Cultura de encuentro
La cultura de encuentro es un elemento esencial para la convivencia social solidaria. El Papa Francisco la ha definido así: “la cultura de encuentro es una cultura de alianza que crea solidaridad. Si no hay solidaridad no hay futuro para ningún país”. Pero en la sociedad actual, marcada por la avaricia y la desigualdad entre los hombres, parece que interesa más fomentar discrepancias y el desencuentro. O sea el fomento de la pobreza y la exclusión.
En la antropología cristiana, se reconoce a Dios como el creador de la vida humana. Eso convierte a todos los hombres en hijos de Dios. Y simultáneamente, obligados a vivir la relación de hermanos, en todos los ámbitos, velando por el respeto de la dignidad humana de cada persona, y promoviendo la vigencia de los derechos humanos.
En cuanto a la protección de los derechos del hombre, deben ser reconocidos en toda su amplitud. No pueden considerarse de forma parcial, pues su promoción y defensa deben ser totales e indivisibles, ya que todos son imprescindibles para un desarrollo humano integral.
La falta de encuentro, más cuando ello obedece al mantener pensamientos políticos no coincidentes o totalmentedivergentes, es una señal de intolerancia. Es una falta de respeto a la libertad que es consubstancial a toda persona, Y es una agresión al sistema democrático, que demanda de una convivencia armónica para su funcionamiento y para la afirmación de una vida social, que siempre debe estar estructurada, de manera que se pueda alcanzar el Bien Común.
La solidaridad, se manifiesta no sólo en el reconocimiento de la dignidad de los demás, sino que también implica percatarse de las necesidades físicas, morales y espirituales que están padeciendo. Y el estar dispuesto a ayudar, dentro de las posibilidades, a quien lo necesite.
La comunicación es un aspecto esencial en la construcción de la cultura. Y ahora, Honduras está viviendo el auge de la transmisión masiva del pensamiento. No solo a través de los distintos medios, sean televisivos, hablados o escritos. Sino que sobre todo, por medio de las redes sociales.
Pero la calidad de la mayoría de mensajes que se oyen, leen o miran, no están dirigidos hacia la creación de una cultura de encuentro. Al contrario, muchas personas se aprovechan del anonimato de estas comunicaciones, para insultar, condenar y denigrar a quienes no comparten su pensamiento político, económico o social. En flagrante ofensa a su dignidad y con el ánimo de incitar al repudio hacia ellos y su familia.
Especialmente las redes sociales, se han convertido en instrumentos destinados a devaluar la dignidad de las personas. Tal pareciera que no hay interés de comunicar valores, principios y compartir propuestas solidarias, en búsqueda de consensos, para la forja de una nación más equitativa. Por el contrario son vehículos para amedrentar.
La participación ciudadana pacífica es un arma democrática, que construye ciudadanía. Tal es el caso de las marchas de las antorchas, que han conmovido y orientado la lucha política, hacia la necesidad de diálogos y de consensos. Camino de encuentro donde podrán hallarse soluciones a las diferencias políticas que dividen a los hondureños.
No obstante, es repudiable la formación de turbas que a su paso, destruyen bienes ajenos, y que pretenden hacer justicia por su propia mano, aún contra personas que ya están siendo judicializadas. Ello es un signo inequívoco de la existencia de una cultura del odio y del deseo de venganza.
El odio y la sed de venganza, según el Cardenal Rodríguez, son enfermedades morales y psicológicas que ya han demostrado que pueden ocasionar desenlaces fatales. Situaciones trágicas que después todo el mundo lamenta Pero que fueron inducidaspor la lucha de intereses particulares que quieren imponer, por la fuerza, sus propios criterios sobre toda la ciudadanía.
En una cultura de encuentro el Papa Francisco habla de una comunicación por las redes sociales “que escucha, dialoga y anima, de manera que nadie quede excluido”.
La cultura de encuentro tiene sus raíces en la comunicación cercana, en el sentir con el otro, en saber salir de sí mismo para poder ayudar a los demás, especialmente a los pobres y a los que se consideran descartables.
Obedezcamos el consejo del Señor Jesús: “Nadie tiene más amor…que aquel que da la vida por sus amigos”.