Semanario FIDES

EL DECANO DE LA PRENSA NACIONAL

Homilía del Domingo 20 de Septiembre de 2015

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Homilía del Señor Arzobispo para el XXV domingo del Tiempo Ordinario
“¿De qué discutían en el camino?” (Mc. 9, 29-36)
Es una pregunta que Jesús hace a los discípulos caminando hacia Jerusalén y que ellos no se atreven a contestar. Los discípulos mientras caminaban discutían entre ellos quién era “el más  importante”. Ser importante constituye un deseo irreprimible en los seres humanos, también en los discípulos de Jesús.
Esta pregunta de Jesús es muy importante. Jesús conoce bien el corazón humano y la ambición de poder que, a veces, nos domina y tiene interés en que sus discípulos se pongan en la verdad y que le digan de qué han hablado por el camino. Sí, es importante decirnos la verdad… La verdad sobre nuestra necesidad exagerada de reconocimiento, nuestro deseo de ser importantes, de ser los primeros… Nuestra misión sólo encuentra sentido, si la vivimos como servicio. Toda misión, todo cargo, es siempre un servicio a los demás. Se malogra cuando se convierte en necesidad exagerada de ser reconocido, de salir de la sombra, de ser el primero/a  y de dominar a los otros.  El filósofo Nietzsche en su obra: “Así habla  Zaratrustra”, propone el ideal de súper hombre en contra de este valor evangélico.
La ambición de poder conduce a una situación en la que uno se impone y los demás sirven; uno es feliz y los demás, infelices; uno es vencedor y los demás derrotados… Sabemos con qué resultados se puso por obra el ideal del super hombre por  Hitler. Pero no se trata sólo del nazismo; casi todos los males de nuestro mundo se enraízan en esta gran ambición de poder que llevamos dentro.
Dice el texto que “ellos no contestaron, pues por el camino habían discutido quién era el más importante”. Los discípulos se quedan callados. El silencio de los discípulos delata que son conscientes de que Jesús no aprueba sus ansias de poder y tienen miedo a su reacción. El texto subraya “que por el camino habían discutido”, no dice que habían hablado, o dialogado, sino que habían discutido…; la discusión revela acaloramiento y rivalidad entre ellos (ellos quieren ser los primeros, superiores, no creen en la igualdad). Pero Jesús rompe ese silencio que cierra al ser humano en su propia ambición y les dice de manera tajante:
“Quien quiera ser el primero que sea el último de todos y el servidor de todos”. Los discípulos ambicionan el puesto más importante, cada uno quiere estar por encima de los demás, ser el primero. Jesús se sitúa en otra perspectiva y afirma que el puesto de “primero” en la comunidad no está reservado a un individuo o a un grupo, sino que lo ocupa todo aquel que se haga último y servidor de todos. De este modo, Jesús, sale al paso de la ambición demostrada por los discípulos. No admite el deseo de rango, pero sí, la aspiración a estar cercanos a Él y seguirle. Quien se hace último y servidor de todos, se parece a Jesús y le sigue más de cerca.
Después Jesús “acercando a un niño lo puso en medio de ellos”… La referencia a un niño tiene un profundo significado, pues el niño, en aquella cultura, representaba algo pequeño, indefenso y socialmente irrelevante.
Jesús coloca en medio, en el centro a un niño como punto de referencia. Abraza al niño, es un gesto de cariño y de identificación con él. Acoger al que no cuenta es acoger a Jesús y a Dios. Pertenecer a la comunidad de Jesús pasa por acoger y servir al último, al que no cuenta.
La comunidad alternativa que Jesús nos propone echa por tierra los esquemas de nuestra cultura y de nuestra sociedad, siempre propensos a encumbrar al primero y a menospreciar al último. La humanidad necesita una nueva orientación y un cambio de rumbo. El futuro del mundo no está en una vida sin Dios y sin referencia a los valores del  Evangelio. El liberalismo sin entrañas que acampa a sus anchas es germen de injusticias y de sufrimientos para muchos seres humanos. La crisis económica y el drama de los refugiados nos están mostrando las consecuencias perversas del camino emprendido por la sociedad occidental en las últimas décadas. Los cristianos necesitamos hoy con urgencia convertirnos, y volver al Evangelio.
La comunidad cristiana se diferencia de cualquier otra comunidad por estos criterios evangélicos.  Las palabras de Jesús son admirables, transparentan el amor del Padre que Él vivió y nos proponen  una nueva manera de vivir que nos puede hacer felices: el mayor es el servidor, el primero es el que se da a todos sin reserva. Sí, no hay mayor felicidad que ser capaz de amar de verdad.  La fuerza para vivir así nos viene de Dios que nos regala todo. Estamos invitados a vivir en la gratuidad y en la confianza, nunca pendientes de la rentabilidad. El Papa pide al mundo no permanecer “inerte” ante el drama de los refugiados.
El Papa Francisco ha reflexionado sobre el mundo que propone “imponerse a toda costa, competir, hacerse valer”. Ante estas actitudes,  nos ha invitado a los cristianos a  que vivamos “al servicio de los demás” y a que no seamos “altivos, sino disponibles y respetuosos”. “Esto no es debilidad, sino autentica fuerza. Quién lleva en sí el poder de Dios, de su amor y su justicia, no necesita usar violencia, sino que habla y actúa con la fuerza de la verdad, de la belleza y del amor”.
Nuestra oración hoy, puede ser: Tú, Señor Jesús, nos cuestionas ante nuestras necesidades exageradas de ser los primeros, y nos propones el camino del amor haciéndonos servidores de todos.

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Esta entrada fue publicada el 18 septiembre 2015 por en Homilias.
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