Al encuentro de la palabra… según San Marcos para la Lectio Divina
“…Que cargue con su cruz…”
(Mc 8,27-35 – XXIV Domingo del Tiempo Ordinario)
P. Tony Salinas Avery
asalinasavery@gmail.com
En este domingo amigos y amigas hay que ponerle gran atención al texto evangélico que nos ofrece Marcos, ya que como señalan muchos comentaristas, constituye el centro no sólo espacial (ya que estamos a la mitad del texto) sino también espiritual del evangelio de Marcos. En efecto, sabemos que este Evangelio es semejante a un viaje del espíritu que tiene como lugar de partida la oscuridad de la noche interior y tendrá como arribo la tarde fulgurante del Calvario cuando el hombre Jesús será reconocido como “Hijo de Dios”, en espera del alba luminosa de la pascua de la que continuará el viaje para llegar al interior de la comunidad cristiana.
Con la luz que emana de todo el texto, podemos comprender que nuestra respuesta de fe, sobre quien es Jesús y su mesianismo, debe incluir la adhesión a la cruz. Tenemos que admitir que la salvación pasa por la cruz, que Dios está en el sufrimiento confortando y avalando nuestro sacrificio como hace con el Siervo de Isaías. Él no será el Mesías triunfante, glorioso y real de una cierta tradición bíblica y judía, particularmente viva en los años en los que el peso de la ocupación romana producía chispas nacionalistas y redentoras. Él será, en cambio, el Mesías sufriente y pobre cantado por los célebres cuatro cánticos del siervo de Yahvé, de los que la liturgia de hoy nos regala parte del tercer cántico: “he ofrecido la espalda a los flageladores, la mejilla al que mesaba mi barba, no he apartado la cara a los insultos y a los salivazos” (Is 50,5-6).
Al encontrarnos, como hemos dicho, en la mitad del texto evangélico de Marcos, comprendemos entonces que desde la confesión de Pedro, hasta el final, ya que Jesús quiere ser desde ahora adelante Cristo-Mesías no a través de la vida regia del poder sino a través del vía de la cruz, de la muerte y de la muerte total. Entonces, desde este capitulo 8 en adelante es cuando se abre una nueva etapa, decisiva y suprema, que terminará como hemos dicho anteriormente, en la colina del Gólgota y en la cruz en donde el Mesías pobre y sufriente dejará caer el último velo de su rostro y se revelará como “Hijo de Dios”.
¿Quién es Jesús? El discípulo deberá reconocerlo en el rostro surcado por la sangre y las lágrimas, pero a la vez, casi enseguida en el rostro luminoso y divino de Cristo, el Hijo de Dios. Hoy siguiendo a Marcos comprendemos que este evangelio se trata de la guía para el camino de los discípulos, quienes deberán aprender a seguir al Maestro, no a la manera como nosotros quisiéramos, sino a la manera cómo Dios ha elegido para Él y por la que ha querido por igual atraernos al corazón de su propio Hijo. Sólo así sé comprender las palabras duras para Pedro: “¡Apártate de mí, satanás! Tú no piensas como Dios sino como los hombres”.