Elemento fundamental de la educación a la oración es el ejemplo y el testimonio vivo de los padres: orando junto con sus hijos calan en su corazón y dejan huellas imborrables.
Ya sea que esté encabezada por un matrimonio o por una mujer jefa de hogar (que se cuentan por miles), la misión de las familias cristianas en Honduras es tan importante como difícil es la situación que vive el país y, además, cada familia se convierte en un semillero de vocaciones para anunciar el Evangelio dentro y fuera de nuestras fronteras.
Como el grupo de discípulos que seguían a Jesús, también nuestras familias están llamadas a vivir en comunidad y armonía. El Señor nos prometió estar con nosotros todos los días hasta el fin de los tiempos y, confiados en esa promesa, le podemos hablar cada día de nuestros proyectos ¡que sean los que Él quiera!- e igual de nuestras preocupaciones.
La familia cristiana, por tanto, está invitada a estar en comunión, compartir la Eucaristía y rezar unida como las primeras comunidades cristianas (que por cierto hemos perdido tanto de ese modelo), como vemos en esta palabra de Hechos de los Apóstoles (2, 42b – 47a):
“Vivían unidos y participaban en la fracción del pan y en las oraciones. Todos los creyentes vivían unidos y lo tenían todo en común. Vendían sus posesiones y haciendas y las distribuían entre todos, según las necesidades de cada uno. Con perseverancia acudían diariamente al templo, partían el pan de las casas y compartían los alimentos con alegría y sencillez de corazón; alababan a Dios y se ganaban el aprecio de todo el pueblo…”
El Rosario en familia
La Iglesia nos invita a que sea en el seno de las familias donde la práctica de rezar el Rosario vuelva a florecer. Como decía el papa Pío XII, el rezo del Santo Rosario en familia es un medio muy apto para conseguir ajustarse al Evangelio, “¡qué espectáculo tan conmovedor y tan sumamente grato a Dios cuando al llegar la noche toda hogar cristiano resuena con las repetidas alabanzas en honor de la Reina del Cielo!” (Carta Encíclica sobre el Rosario en la Familia, No. 5).
De esta forma, mediante la oración damos gracias al Señor porque ha sido bueno con nuestra familia aún en dificultades –bendeciré al Señor en todo tiempo dice el salmo 34 y sabemos que todo es para bien-, mientras que en cada uno de los misterios del Rosario ponemos en intercesión de la Madre nuestras propias situaciones: personales, familiares y las de toda Honduras.
DIÁLOGOS Y COMPROMISOS
DIÁLOGO CON LOS NIÑOS
– ¿Cuánto tiempo dedicamos a platicar con el Señor?
– Cristo nos habla de muchas maneras, ¿cuáles son y qué nos dice?
– ¿Pedimos al Señor nos alimente con alimentos y con la Eucaristía?
DIÁLOGO CON LOS ADULTOS
– ¿Cómo he sentido la presencia de Dios en mi vida y matrimonio?
– ¿Cómo estoy apoyando a mis hijos e hijas en su diálogo con el Señor?
– Además de la oración, ¿qué actitud debemos tener con las familias que carecen de alimento?
COMPROMISOS
– Motivar en nuestros ambientes la práctica diaria de la oración.
– Perseverar en las reuniones semanales del grupo o la comunidad.
– Invitar a otras familias a participar en el rezo mensual del Rosario.