Al encuentro de la Palabra… según San Marcos para la Lectio Divina
“Cómo está escrito…”
(Mc 7,17-18.21-27 XXII Domingo del Tiempo Ordinario)
P. Tony Salinas Avery
asalinasavery@gmail.com
Dios nos regala de cara ya al mes de la Biblia, una palabra de ánimo en búsqueda del cumplimiento de su Palabra, porque este domingo precisamente se presenta como una feliz tentativa de conjugar – según una justa escala de valores – ley y corazón, culto y existencia. Y, es que en la primera lectura de hoy de Dt 4,1-2.6-8, que es una apasionada colección de homilías puestas en boca de Moisés a las puertas de la Tierra prometida, la Torah, o sea la ley bíblica, está aquí presentada no como un duro mandamiento escrito en piedra, sino como expresión del encuentro entre la voluntad de Dios “cercano” y la adhesión alegre de la libre voluntad del hombre. Ella, como dice el más largo de los Salmos, el 119, dedicado todo a la Palabra de Dios, “es lámpara para mis pasos, es luz en mi sendero” (v. 105).
Reconocer la presencia de la Palabra en medio de nosotros, es confirmar que no hay que buscar al Señor tanto en los cielos lejanos sino en la ley que Él ha ofrecido a su pueblo. La adhesión “a las leyes y las normas que él nos enseña” es, entonces, el descubrimiento de la cercanía de Dios precisamente en el corazón de la existencia humana. Excelente entonces, la pregunta con el que termina el texto: “¿Qué nación tiene la divinidad tan cerca de sí como el Señor nuestro Dios está cerca de nosotros?”
Permítanme citar también este domingo la segunda lectura de Santiago 1,17-18.21-27, donde el Apóstol polemiza con insistencia contra una espiritualidad demasiado en el aire, pero también contra un culto convertido en rública legalista, él propone la acogida abierta y total de la “palabra que ha sido plantada” en nosotros por Dios, “Padre de la luz”. Y, Jesús nos lleva a la cumbre de la reflexión, critica las prescripciones rigurosísimas de pureza ritual ejemplificándolas en las llamada netilatjadajim, en que hebreo significa “el lavatorio de las manos” con el fin de purificación: de este significado de simbólico de purificar el corazón más que las manos, se había transformado en una obsesiva obligación puritana y exterior.
Por lo anterior, Jesús propone el trabajo sincero que hay que hacer para cambiar desde la raíz el mal, que se da en el corazón. Es allí desde ese abismo de profundidad humana para la libertad donde nacen los verdaderos monstruos, las verdaderas impurezas; allí es en donde debe nacer la genuina observancia; allí es donde se juega el destino del hombre.
Se lucha pues, contra toda forma de hipocresía por parte de una religiosidad que se queda en la pulcritud de la rúbrica, pero no se extiende en la vida más allá de ella. Se lucha en contra de esa vivencia que no brota rectamente y limpiamente del corazón mismo del hombre. Y, se lucha en contra de la prioridad que a veces tienen “los preceptos de los hombres” ante el “mandamiento de Dios”.
Este domingo, invita pues a la celebración que une la Palabra del Señor con el corazón del oyente, que vuelto a ese mismo Señor, con toda su alma y corazón, la acoge fervientemente y la lleva la práctica cotidiana a lo largo de cada día, de cada semana, de cada mes…., hasta que se hace habitual en toda la vida.