La disponibilidad del sacerdote hace de la Iglesia casa de puertas abiertas, refugio de pecadores, hogar para los que viven en la calle, casa de bondad para los enfermos, campamento para los jóvenes, aula para la catequesis de los pequeños y otras formas de servir y de acompañar.
Texto y Fotos Pablo Benítez.
redaccion@semanariofides.com
En la solemnidad de la Asunción de la Virgen María y décimo cuarto aniversario de la ordenación episcopal de Monseñor Roberto Camilleri, Obispo de Comayagua, fue ordenado sacerdote en la Catedral, un hijo de la Provincia Franciscana Nuestra Señora de Guadalupe, Fray Celso Antonio Pérez Mendoza, OFM.
Desde tempranas horas llegaron a la Catedral muchas personas y frailes provenientes de varias partes de Honduras y también de El Salvador. El canto de la Misa estuvo acargo del coro de la Parroquia Santos Mártires y en el servicio del Altar participaron clérigos franciscanos que cursan la Filosofía y Teología y de los postulantes. Varios frailes concelebraron en la Misa presidida por Monseñor Roberto Camilleri.
Mensaje
Durante la Homilía el Obispo expresó a Fray Celso y a los presentes:
El Papa Francisco nos dijo a los presbíteros: “El Señor lo dijo claramente: “su unción, su consagración, es para los pobres, para los cautivos, para los enfermos, para los que están tristes y solos. La Unción, la Consagración, queridos hermanos, no es para perfumarnos a nosotros mismos ni mucho menos para que la guardemos en un frasco, de lo contrario, el aceite consagratorio de su ordenación se pondría rancio……y amargo el corazón”.
“Al buen sacerdote se le conoce por cómo anda ungido su pueblo; esta es un prueba clara. Cuando la gente nuestra anda ungida con óleo de alegría se le nota. Por ejemplo, cuando sale de la Misa con cara de haber recibido una buena noticia.
Nuestra gente agradece el Evangelio predicado con unción, agradece cuando el Evangelio que predicamos llega a su vida cotidiana, cuando llega hasta los bordes de la realidad, cuando ilumina las situaciones límites, las “periferias” donde el pueblo fiel está expuesto a la invasión de los que quieren saquear su fe, hacer perder su esperanza y quieren extinguir su caridad.”
En el mundo actual sólo vale la unción y no la función resultan fecundas las redes echadas únicamente en el nombre de aquel de quien nos hemos fiado: Jesús.
El sacerdote es el más pobre de los hombres si Jesús no lo enriquece con su pobreza, el más inútil siervo si Jesús no lo llama amigo, el más necio de los hombres si Jesús no lo instruye pacientemente como a Pedro, el más indefenso de los cristianos si el Buen Pastor no lo fortalece en medio del rebaño.
Nadie más pequeño que un sacerdote dejado a sus propias fuerzas; por eso nuestra oración protectora contra toda insidia del maligno es la oración de nuestra Madre: soy sacerdote porque Él miró con bondad mi pequeñez (cf. Lc 1,48). Y desde esa pequeñez asumimos nuestra alegría. ¡Alegría en nuestra pequeñez!
Dice el Papa Francisco: “Encuentro tres rasgos significativos en nuestra alegría sacerdotal: es una alegría que nos unge (no que nos unta y nos vuelve untuosos, suntuosos y presuntuosos), es una alegría incorruptible y es una alegría misionera que irradia y atrae a todos, comenzando al revés: por los más lejanos.
Signos
Los signos de la liturgia de la Ordenación nos hablan del deseo maternal que tiene la Iglesia de transmitir y comunicar todo lo que el Señor nos dio: la Imposición de Manos, la Unción con el Santo Crisma, el Revestimiento con los Ornamentos Sagrados, la participación inmediata en la primera Consagración… La gracia nos colma y se derrama íntegra, abundante y plena en cada sacerdote. Ungidos hasta los huesos y nuestra alegría, que brota desde dentro, es el eco de esa unción.
Una alegría incorruptible. La integridad del Don, a la que nadie puede quitar ni agregar nada, es fuente incesante de alegría: una alegría incorruptible, que el Señor prometió, que nadie nos la podrá quitar (cf. Jn 16,22). Puede estar adormecida o taponada por el pecado o por las preocupaciones de la vida pero, en el fondo, permanece intacta como el rescoldo de un tronco encendido bajo las cenizas, y siempre puede ser renovada.
La recomendación de Pablo a Timoteo sigue siendo actual: Te recuerdo que atices el fuego del don de Dios que hay en ti por la imposición de mis manos (cf. 2 Tm 1,6).
Una alegría misionera. Este tercer rasgo lo quiero compartir y recalcar especialmente: la alegría del sacerdote está en íntima relación con el santo pueblo fiel de Dios, porque se trata de una alegría eminentemente misionera. La Unción es para ungir al santo pueblo fiel de Dios: para bautizar y confirmar, para curar y consagrar, para bendecir, para consolar y evangelizar.
Y como es una alegría que sólo fluye cuando el pastor está en medio de su rebaño (también en el silencio de la oración, el pastor que adora al Padre está en medio de sus ovejitas) y por ello es una “alegría custodiada” por ese mismo rebaño.
La alegría del sacerdote es una alegría que se hermana a la pobreza. Sabemos que nuestro pueblo es generoso en agradecer a los sacerdotes los mínimos gestos de bendición y de manera especial los sacramentos. Muchos, al hablar de crisis de identidad sacerdotal, no caen en la cuenta de que la identidad supone pertenencia. No hay identidad –y por tanto alegría de ser sin pertenencia activa y comprometida al pueblo fiel de Dios (cf. Exhort. Ap. Evangelii Gaudium, 268).
GENEROSO
El sacerdote que pretende encontrar la identidad sacerdotal buceando introspectivamente en su interior quizá no encuentre otra cosa que señales que dicen “salida”: sal de ti mismo, sal en busca de Dios en la adoración, sal y dale a tu pueblo lo que te fue encomendado, que tu pueblo se encargará de hacerte sentir y gustar quién eres, cómo te llamas, cuál es tu identidad y te alegrará con el ciento por uno que el Señor prometió a sus servidores.
Dice el Papa Francisco: Si no sales de ti mismo el óleo Consagratorio se vuelve rancio y la unción no puede ser fecunda. Salir de sí mismo supone despojo de sí, entraña pobreza porque te das todo en un servicio total y abnegado pero lo haces por amor”.
Es la Iglesia viva, con nombre y apellido, que el sacerdote pastorea en su parroquia o en la misión que le fue encomendada, la que lo alegra cuando le es fiel, cuando hace todo lo que tiene que hacer con amor y deja todo lo que tiene que dejar con tal de estar firme, con amor, en medio de las ovejas que el Señor le encomendó: Apacienta mis ovejas (cf. Jn 21,16.17).
La disponibilidad del sacerdote hace de la Iglesia casa de puertas abiertas, refugio de pecadores, hogar para los que viven en la calle, casa de bondad para los enfermos, campamento para los jóvenes, aula para la catequesis de los pequeños y otras formas de servir y de acompañar.
En este día alegre y esperanzador le pido al Señor Jesús que haga descubrir a muchos jóvenes ese ardor del corazón que enciende la alegría apenas uno tiene la audacia feliz de responder con prontitud a su llamado.
Señor Jesús te pedimos cuide el brillo alegre de los ojos de Fray Celso, quien será hoy consagrado sacerdote, a quien llamas a salir y a servir en medio del pueblo fiel de Dios y se prepara con gozo para celebrar su primera Misa, las primeras experiencias sacerdotales donde será asignado paras servir con entrega humilde, sencilla, alegre y perseverante a sus hermanos y hermanas.
BIOGRAFÍA
Fray Celso Antonio Pérez Mendoza, Ofm, Nació en la aldea de Yupe ,Guajiquiro La Paz , el 29 de Septiembre 1983, hijo de José Santos Pérez García y Antonia Mendoza Andrés.
Es el último de 10 hermanos, originario de la parroquia Inmaculada Concepción de Aguanqueterique La Paz. Realizó sus estudios de educación primaria en la escuela Espíritu de Morazán de la Aldea de Yupe. Hizo sus estudios de educación secundaria en el Instituto 21 de Octubre, graduándose de Perito Mercantil y Contador Público en el año 2003.
Su primer año de postulantado la realizó en la fraternidad de Santos Mártires, Comayagua, e hizo su primera profesión de votos temporales el 1 de Diciembre del 2007, en Monte San Francisco, Puerta Parada Guatemala.
En el año 2008 inició sus estudios de filosofía en la fraternidad Cristo Rey, zona 15, ciudad de Guatemala en la Universidad Rafael Landivar, iniciando su primer año de Teología en la Universidad Centro Americana José Simeón Cañas de El Salvador.
El 16 de Febrero de ese mismo año, hizo sus votos solemnes en la iglesia franciscana Nuestra Señora del Carmen, rio Blanco Matagalpa Nicaragua, recibió el ministerio de acolitado y lectorado el 4 de julio de 2014.
El 27 de Diciembre fue ordenado diaconado de manos de Monseñor Gregorio Rosa Chávez, obispo auxiliar de la Arquidiócesis de El Salvador, en el santuario de Fátima de Planes de Renderos, finalizando sus estudios de Teología en la Universidad José Simeón Cañas de El Salvador.