Reflexión
Recordando a Pablo VI
P. Juan Ángel López Padilla
Es la primera vez, en mi corta “carrera” como columnista que me he quedado viendo la pantalla de mi computadora por un largo, demasiado largo tiempo, pensando en qué escribir.
¿Temas? sobran, de verdad que sí. Seguimos con una serie de problemas a nivel nacional; estamos en el mes del Matrimonio y la Familia; no he dicho nada con respecto a la “Laudato si”, que es una obra maestra de la moral ecológica, de una ecología humana equilibrada, etc.
Pero, quizás lo que más me ha impactado en estos días, ha sido lo vivido en el Congreso Nacional con motivo de las discusiones sobre la viabilidad o no de un plebiscito para la instalación de la tan llevada y traída CICIH. No pretendan que aquí opine si estoy a favor de esto o aquello. No es el compito de mi reflexión, porque,este espacio, he querido usarlo siempre para cuestionar, para abrir horizontes.
Lamentablemente, desde el inicio de la primera legislatura de este Congreso se pudo percibir con mucha claridad que nos esperaban jornadas de muchas protestas, de componendas, de divisiones, de imposiciones, de insultos y de irrespetos. Esto es sintomático de una realidad que nos está abrumando y que por enésima vez demuestra que el diálogo en nuestro ambiente está en “los cuernos de la luna”.
De todas las aristas posibles de los temas que hay en el ambiente, el denominador común estriba en que no hay espacio para ceder, para darle oportunidad a la disensión respetuosa y de altura. Pareciera que no hay lugar para la fraternidad, para atrevernos a vivir como personas civilizadas; como si a los extremos en pugna no les importa meterle “fuego” a todo. Ya hay voces de personas que, cansadas de tanta manipulación y algunos dejándose manipular por los expertos en dividir de siempre, están llegando al borde de la desesperación; y muy mala consejera es la desesperación.
Si se toman el tiempo para leer todos los frentes de lucha que están abiertos en el país por el descontento de los trabajadores en las diferentes dependencias del Estado, por la violencia criminal, por el manejo y control de los órganos de justicia del país, por el descontento generalizado y por los altísimos índices de corrupción e impunidad; veremos que la salida a todo esto no está en más imposiciones, en más terquedades. No podemos seguir actuando como si Honduras fuera un archipiélago. Encerrarnos, aislarnos en nuestras posiciones no está ayudándonos para nada. Pero, lo más complicado es que,no debemos cansarnos de llamar a la cordura, al dialogo, a la madurez de los que dirigen los destinos de nuestro país. Ahí es donde justo me vino al conmemorar un aniversario más de la muerte del Beato Pablo VI, lo que decía en 1968, sobre la paz: “La paz no puede estar basada sobre una falsa retórica de palabras, bien recibidas porque responden a las profundas y genuinas aspiraciones de los hombres, pero que pueden también servir y han servido a veces, por desgracia, para esconder el vacío del verdadero espíritu y de reales intenciones de paz, si no directamente para cubrir sentimientos y acciones de prepotencia o intereses de parte. Ni se puede hablar legítimamente de paz, donde no se reconocen y no se respetan los sólidos fundamentos de la paz: la sinceridad, es decir, la justicia y el amor”