Reflexión
Hacer algo para no cambiar nada
P. Juan Ángel López Padilla
Sinceramente, ya no sé a qué santo implorar para que en este país, los que dirigen y los eternos enfrentados, comprendan que esas intransigencias en las que están encerrados, nos están llevando a una desesperante situación; que ya no es un asunto de esperar a ver quién se cansa primero ni quién tiene la razón.
Al final de todo esto, con mucho respeto, nadie tiene la razón. Porque las posiciones encontradas están derivando en una serie de círculos viciosos que están ahogando la viabilidad de soluciones permanentes. A estas alturas, el axioma aquel de que se hace algo para no hacer nada, se está volviendo cada vez más realista. Realismo, deprimente y lamentable.
Es justo en este momento cuánto se hace imperativo la voz de la esperanza, de la sensatez, de la madura reflexión. Es el momento de la oración confiada, pero también de la acción decidida.
No es un asunto de antorchas, de huelgas de hambre, de tomas de locales, de reuniones, de compra de conciencias, de injerencias, de manipulaciones de diputados, de canonjías. No es tampoco asunto de ceder o de mantener posiciones. Es un asunto de pensar y actuar en base a lo que Dios espera de nosotros, lo que se espera de nuestras circunstancias, de las oportunidades que tenemos.
Nunca como en estos días he creído con profunda convicción aquello de que “al que mucho se le da, mucho se le exigirá” (Lc. 12, 48) y que se nos pedirá cuenta de lo que hicimos con “los talentos”, que se nos encomendaron.
Hace unos días, celebrábamos el cumpleaños de Danilo Aceituno, nuestro santo hermano que ya goza de la presencia del Señor. Alguno dirá que ¿cuál cumpleaños? Si ya está muerto. Pero, Dios es Dios de vivos, no de muertos.
Pensaba tanto en el amor que Danilo tiene por nuestra Patria. Pensaba en la importancia que tienen los que han vivido al tope sus vidas, los que han aspirado a la santidad de manera decidida y consciente.
Para cambiar nuestras Honduras, necesitamos gente como Danilo. Gente que se atreva a hacer el bien, con alegría y sin distinción de ninguna índole. Necesitamos gente que haga algo sabiendo que ese poco, en manos de Dios, se multiplica.
Estos tiempos, son tiempos para recordar que al mal se le vence a fuerza de bien (Rom 12, 21) y que no debemos cansarnos de hacer el bien. (Gal 6, 9)
Entiendo que algunos que lean estas líneas, pensarán que: esto es ingenuo. La verdad es que puede que lo sea un poco. Pero si cada uno de nosotros se decide a poner de su parte; se decide a no devolver el insulto, a sonreír siempre, a confiar siempre: las cosas van a cambiar. Apostémosle a comenzar por cambiar nosotros, por no esperar a que el otro dé el primer paso, por no esperar a que las cosas sean ideales. Me viene a la mente el poema de mi poeta secular preferido, Antonio Machado: Caminante no hay camino, se hace camino al andar. Hay que ponerse en marcha, ya. Porque el Camino, hace al caminante.
Por eso la marcha de las antorchas, estamos haciendo camino al andar padre y es peor quedarse sentado esperando a que nos llegue a nosotros el turno sin nunca haber podido hacer nada. Para Danilo a quien conocí muy bien, creo que hubiera hecho algo mas que un discurso sin pies-