Con sus carismas, las congregaciones religiosas enriquecen la vida de la Diócesis de San Pedro Sula, compartiendo estilos de vida vocacional, sirviendo a los más pobres, educando y formando comunidades.
Texto Johanna Kattan
jokattan@unicah.edu
Foto: cortesía CONFEREH
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“Las comunidades religiosas están llamadas a ser en la diócesis, en las parroquias, en las comunidades donde viven y trabajan signos elocuentes del amor de Dios, de la comunión eclesial y de las relaciones fraternales fundadas en Jesucristo”, así lo establece el artículo numeral 115 de las Constituciones Sinodales.
Con unas 39 congregaciones de religiosas, presbíteros y hermanos consagrados, esta diócesis se fortalece con los diversos carismas. La presencia de estos hombres y mujeres que se consagran a Dios, van dejando huella con su ejemplo de entrega incondicional.
Ellas y ellos acompañan a la feligresía en sus procesos vocacionales, también sirviendo a los mas pobres, a los que están abandonados. Otras congregaciones se enfocan en la educación, formando niños, jóvenes académicamente y con principios, también creando programas educativos para la población adulta o mayores que no tuvieron oportunidad de ingresar a un centro educativo.
Algunos sirven desde sus profesiones, atendiendo en el área de salud física y salud emocional, acompañando al enfermo. Están las hermanas contemplativas, fortaleciendo a la diócesis a través de la oración profunda.
TRIDUO TEOLÓGICO
Con fines formativos y fraternos, se realizó un su Triduo Teológico, donde todos recibieron formación entorno al lema del año de la Vida Consagrada: Vida Consagrada, signo profético de la alegría del Evangelio hoy, expuesto por la hermana Belén Peña Orozco, JT, encargada de la facultad de Teología de la Universidad Católica de Honduras.
La hermana Juana Briones indicó que en la formación, se releyeron los documentos que el Papa Francisco ha editado en este año especial de la Vida Consagrada,“además se miró la historia profética bíblica haciendo una relación con los consagrados, lo que sirvió para una renovación de la vocación, buscando sobre todo la centralidad en Dios, ya que desde una vida amada y entregada en Cristo se puede ser signo profético porque: Solo los hombres tocados por Dios, pueden recuperar a Dios para el mundo, (P. Benedicto XVI)”.
Para la religiosas, este año de la Vida Consagrada, lo ven como un tiempo de gracia, de salvación y un tiempo para mirar el pasado con gratitud, el presente con pasión y el futuro con esperanza. “Es un tiempo para aprender a ver con los ojos de Dios y dejarle a él ser el protagonista de nuestra vida y de la misión a la que somos llamados y llamadas en las distintas pastorales y servicios en la educación, salud, migración, etc”, expresó la Hermana Belén.
El triduo concluyó con la celebración eucarística, presidida por Monseñor Ángel Garachana, y fue un espacio para dar gracias por la Palabra y la presencia de Jesucristo que vuelve a la persona llamada y reclama volver a las fuentes, vivir desde Dios y así vivir con entusiasmo y alegría la vida consagrada.