Homilía del Señor Arzobispo para el XVI domingo del Tiempo Ordinario
“Vengan ustedes solos a un sitio tranquilo a descansar un poco”
Estas palabras nos son dichas también a cada uno de nosotros hoy: Jesús nos invita a entrar en un descanso y a renovar nuestras fuerzas. Jesús no dice “vayan a un lugar solitario”, sino “vengan”: con Él está el verdadero reposo. Se trata de entrar en una relación profunda con Él que restaura nuestra vida. El ritmo de vida ha adquirido una velocidad que supera nuestra capacidad de adaptación… cada día tenemos más prisas, más preocupaciones, más estrés, más agobios que nos impiden entrar en la paz que necesitamos para vivir y para anunciar la alegría del Evangelio. Necesitamos suspender temporalmente el trabajo y la presión de la actividad para recuperar nuestro equilibrio psicológico, la distensión física y una capacidad nueva para volver renovados en nuestro trabajo y en nuestra misión.
Necesitamos encontrarnos con nosotros mismos en profundidad y redescubrir la fuente que calma nuestra sed.
El descanso no es una evasión para olvidar las preocupaciones. El verdadero descanso nos libera de nuevo para la vida, el compartir y el amor. El discípulo/a de Jesús está embarcado en una misión de ida y vuelta: trabajo y descanso (acción y contemplación) son dos polos que se implican en cada uno de nosotros; el uno sin el otro nos crean una alienación y nos producen insatisfacción. Estamos en tiempo de vacaciones, tal vez, el sentido más bello de las vacaciones sería precisamente, retomar un contacto íntimo, profundo, con la fuente de nuestro ser que es Dios.
“Venid a un sitio tranquilo”. Un lugar retirado, apartado del bullicio agobiante; un lugar apropiado para encontrarnos con Dios. El texto griego no dice ‘lugar tranquilo o despoblado’ sino que significa lugar desértico La diferencia es importante si tenemos en cuenta el significado que Marcos da al desierto, como lugar de encuentro con Dios. Un sitio adecuado para reparar nuestras fuerzas.
“Y descansar un poco”. Que encontremos sosiego a tanto ajetreo. Que se calmen nuestros nervios. Que se serene nuestro espíritu para encontrarnos con lo esencial que llena de sentido nuestra vida. Más que un lugar determinado el reposo de los discípulos y el nuestro, está junto a una persona, a abrirnos a una presencia.
Junto a Jesús Resucitado recuperamos las fuerzas, aprendemos de Él y nos disponemos de nuevo para el servicio a los demás. Necesitamos aprender a vivir las vacaciones y el tiempo de ocio de otra manera, compartiendo con los amigos, con sencillez, disfrutando de la naturaleza, del silencio y permaneciendo cerca de la fuente.
“Eran tantos los que iban y venían que no encontraban tiempo ni para comer”. La circunstancia que motiva esta invitación que Jesús hace a sus discípulos y a cada uno de nosotros es que “eran tantos los que iban y venían que no encontraban tiempo ni para comer”. Los verbos “ir y venir” expresan una agitación, una tal agitación que se olvidan hasta de comer. Se refiere a la necesidad que los discípulos/as y todos nosotros tenemos de asimilar el mensaje de Jesús.
El “comer” es tan importante para la vida humana que sin comer nadie puede vivir. Pues bien, olvidarse de la comida, de alimentarse en lo interior, de asimilar la Palabra, eso es grave, y sin embargo, es un riesgo que todos corremos… (Porque eran tantos que posponían el comer), es decir, el alimentarse de la Palabra de Vida de Jesús.
Absorbidos por esa actividad no tenían tiempo para estar con Jesús. A nosotros ¿No nos pasa también que nos desconectamos de aquél que puede realmente alimentar nuestra vida y llenarla de sentido?
Nosotros necesitamos también ir a un sitio tranquilo, ir aparte con Jesús. Necesitamos restablecer una relación vital con El para restaurar nuestra vida y garantizar la eficacia de nuestra misión. Necesitamos retirarnos cuando nos consideramos indispensables, cuando creemos que el mundo no funciona si no estamos nosotros.
El descanso con Jesús en un sitio tranquilo se convierte en el remedio más urgente cuando nos sentimos bloqueados, cuando hemos perdido el impulso, cuando se ha apagado en nosotros nuestro fuego y nos encontramos fríos, apáticos y desmotivados para seguir nuestro camino.
Alguien incapaz de detenerse corre el riesgo de ir frenando e incluso bloquear el camino de los otros. Cuando estamos dispersos en actividades múltiples y desconectados de lo profundo de nuestro ser, estamos abocados inevitablemente al vacío y a perder lo mejor de nosotros mismos.
“Jesús vio una multitud y le dio lástima de ellos porque andaban como ovejas sin pastor”. Lo primero que dice es que “Jesús vio”, es decir, es su mirada la que busca a cada ser humano y ve nuestra necesidad. Jesús se da cuenta de la presencia y de la situación de la multitud y eso provoca en El una reacción: “se conmovió”. El texto dice que “se le conmovieron las entrañas” (eso es lo que significa el verbo griego “splagnisthe”). Y eso es lo que dice el relato, que a Jesús se le conmovieron las entrañas. Así era Jesús. Su sensibilidad no estaba puesta en sus vacaciones sino en el desamparo de la pobre gente. Jesús sentía “compasión” por la gente. Jesús es la mirada de compasión que Dios tiene sobre el mundo y sobre cada uno de nosotros.
Jesús tiene compasión de todos. El motivo de la conmoción de Jesús no es que la multitud no tuviera qué comer, sino que esa multitud “estaban como ovejas sin Pastor”, desorientada, sin saber a dónde ir; sin tener a nadie que la guíe y la defienda. Es la situación de vacío de sentido que viven muchos hombres y mujeres de nuestro tiempo. Hoy también hay mucha gente desorientada, sin apoyo, sin referencias y sin sentido. Personas que sufren sin tener a nadie que escuche, que les comprendan y sin saber a quién acudir. ¿Quién abrirá un camino de esperanza y de sentido? ¿Cómo lograremos una mirada más compasiva sobre los otros como Jesús ante la multitud?
Ante esta situación, Jesús asume la función de Pastor ofreciéndoles el alimento de su Palabra: “se puso a enseñarles con calma”. Jesús les ofrece el alimento que puede dar vida a ese pueblo; sí, Jesús es Alguien que viene a ofrecernos el alimento de la verdadera vida. “Sólo Tú tienes palabras de vida”.
Que podamos acoger esa mirada de compasión que Jesús tiene sobre cada uno de nosotros y sentirnos envueltos en esa mirada de ternura y de acogida que El tiene sobre todos. El nos acepta tal como somos, tal como estamos. Hoy podemos decirle: Señor, calma Tú, nuestra ansiedad, concédenos ir a un sitio tranquilo y descansar en Ti, Tú que eres Fuente de Vida y de Paz. Comunícanos en el silencio la paz y la alegría de permanecer contigo.