Homilía del Señor Arzobispo para el XIV Domingo del Tiempo Ordinario
“¿De dónde saca todo eso?”
“¿Qué sabiduría es esa que le han enseñado? “¿Y esos milagros de sus manos?” (Mc. 6, 1-6)
La crítica que hacen a Jesús en la sinagoga de Nazaret se expresa en cinco preguntas: la primera es sobre el origen de su enseñanza: ¿de dónde saca todo esto? La segunda es sobre el contenido: ¿qué sabiduría es esa que le han enseñado? La tercera juzga su poder de hacer milagros: ¿y esos milagros de sus manos? La cuarta es sobre el origen familiar: ¿no es éste el carpintero, el hijo de María? Y la quinta es también sobre el origen familiar: y sus hermanos, ¿no viven con nosotros?
Comienza el texto diciendo que “fue Jesús a su tierra, seguido de sus discípulos”. Jesús se ha establecido en Cafarnaún, donde predica y hace milagros. En un determinado momento, decide volver al pueblo donde había vivido. Esta será la primera y única visita registrada por el Evangelio. Como buen judío observante, el sábado, se dirige a la sinagoga. Llama la atención que se presente directamente enseñando y la gente queda impresionada. Sin embargo, surgen dudas sobre el origen de su enseñanza. Por eso las preguntas que se hacen. Las preguntas que se hace la gente de la sinagoga tienen un tono despectivo.
En su pueblo saben que Jesús no es un rabino ni ha asistido a escuela alguna que lo haya capacitado. No es un intelectual, ni tiene estudios oficiales. Para ellos, es sólo un carpintero, luego lo que dice, no ofrece garantía.
Es llamativo que la atención se pone en la familia… “Jesús es el hijo de María”. Es muy extraño que se le identifique por la relación con su madre, no con su padre, como era la costumbre en aquella cultura, este modo de designar a Jesús parece indicar que lo consideraban indigno de llevar el nombre del padre… Conocen su oficio, a su madre y a sus parientes; conviven con sus hermanas…, es como si dijeran: es uno cualquiera…
Bajo la figura del “carpintero” y del “hijo de María”, sus vecinos de Nazaret no supieron descubrir quien era realmente Jesús. Tenían todas las claves para conocerle, pero les faltó la más importante, la fe y la confianza en Él. Tras la normalidad de Aquél carpintero no supieron descubrir la Presencia del Misterio de Dios que se manifestaba en El. La raíz de la incredulidad de sus paisanos está en la incapacidad de acoger la manifestación de Dios en el hombre corriente que es Jesús de Nazaret. A nosotros nos pasa lo mismo…
Según este relato, la verdadera dificultad para acoger a Jesús es el encontrarse con un carpintero, el hijo de María, miembro de una familia insignificante… El Dios que se revela en Jesús es un Dios humilde y cercano.
Jesús cita un amargo comentario bien conocido: no desprecian a un profeta más que en su patria. Sucede con frecuencia que precisamente los que están más cerca, se muestran refractarios a su opinión, prisioneros de su pasado o de sus creencias. Por la falta de fe en su persona, los habitantes de Nazaret no reúnen las condiciones necesarias para dejar espacio al milagro.
Este desprecio con el que reaccionan sus paisanos deja a Jesús desarmado.: “No pudo hacer allí ningún milagro… Y se extrañó de su falta de fe”. La reacción de Jesús no es de cólera, sino de sorpresa ante el rechazo. Aquel día, ante el rechazo de sus paisanos, Jesús no se dejó llevar de su indignación. Sencillamente se marchó a otro lugar. Jesús se marcha de nuevo de Nazaret para llevar el fuego de su Palabra y la novedad de su mensaje a otras personas que están más disponibles para acogerle.
Tal vez tendríamos que preguntarnos si no nos está pasando como a los paisanos de Jesús que vivimos demasiado indiferentes a la novedad revolucionaria de su mensaje ¿No es extraña nuestra falta de fe en la acción liberadora del Evangelio?
Jesús no puede hacer allí milagros, tropieza con una incredulidad obstinada pero Marcos corrige esta afirmación diciendo: ”Sólo curó a unos pocos enfermos aplicándoles la mano”. Jesús no solo cura por medio de la palabra, sino por medio del tacto. El “tacto” es el primero y el principal de los cinco sentidos. Es el sentido del amor, que implica la presencia, la proximidad y la ternura. Jesús nos cura a través del tacto aplicando su mano sobre cada uno de nosotros. La ternura, es lo contrario a la dureza. Nos defendemos frente a la dureza, pero quedamos desarmados ante la ternura. Jesús es la ternura de Dios vuelta hacia nosotros. Así pues, también en Nazaret, Jesús buscó a los enfermos y a los pobres y les aplicó las manos; es decir, les alcanzó con su proximidad y su ternura entrañable.
Nuestra vida comienza a cambiar de manera insospechable el día en que descubrimos que Jesús es Alguien que nos puede enseñar a vivir; que Jesús nos toca con su amor y su ternura, el día en que empezamos a admirarle y a dejarnos seducir por Él. Para poder abrirnos a El y comenzar a cambiar, previamente necesitamos sentirnos amados. Todos podemos cambiar si establecemos una relación auténtica con alguien. Jesús viene a establecer una relación de confianza y de amor con cada uno de nosotros. Ahí descubrimos la fuente de nuestra vida y de nuestra felicidad.
Que situados en lo más profundo de nuestro corazón, podamos abrirnos a Él que viene a ofrecernos un camino de vida y de esperanza. Podemos decirle hoy: Cristo Resucitado, eres nuestra esperanza y la esperanza de la humanidad; en Ti podemos alcanzar un sentido pleno a nuestra vida humana en esta tierra.