Caminar
Cordura en la demanda
Jóse Nelsón Durón V.
La Iglesia, inspirada por el Espíritu Santo y animada por el ejemplo y enseñanzas del Señor Jesús, ha mantenido a través de los dos milenios y un poco más de su historia, un esfuerzo constante por la prevalencia de la verdad y de la justicia en los actos de los hombres y lo ha demostrado en la historia reciente, marcada por las demandas y exigencias provenientes de una población que quiere y exige, antorchas en mano y marchando en las calles, un girodefinitivoque marque el inicio de una vida realmente mejor para todos, en que prevalezca el bien común, en el marco de la honestidad de sus gobernantes y el edén de la justicia universal. Verdad es sinónimo de autenticidad, certeza, realidad, fiabilidad, seguridad,mérito, eficacia, validez, vigencia, trascendencia y otras acepciones; mientras que justicia es sinónimo de ecuanimidad, rectitud, equidad, igualdad, probidad, imparcialidad, legalidad, neutralidad y otras. El sueño cristiano de un mundo auténtico, honesto, libre de ataduras y solidario, se fundamenta en la sagrada escritura, que nos recuerda por medio de san Pablo, en un ambiente de posible agitación por la colecta para los fieles de Jerusalén:“Si hay entusiasmo, cada uno es bien recibido con lo que tenga, y a nadie se le pide lo que no tiene. No se trata de que otros tengan comodidad y que a ustedes les falte, sino de que haya igualdad. Ustedes darán de su abundancia lo que a ellos les falta, y ellos, a su vez, darán de lo que tienen para que a ustedes no les falte. Así reinará la igualdad. Lo dice la escritura: Al que recogía mucho, nada le sobraba; al que recogía poco, nada le faltaba”.(2 Corintios 8, 12-15)
La Iglesia es “como un sacramento o señal e instrumento de la íntima unión con Dios y de la unidad de todo el género humano”. Por consiguiente, buscar la concordia y la comunión significa aumentar la fuerza de su testimonio y credibilidad; ceder, en cambio, a la tentación del disenso es dejar que se desarrollen “fermentos de infidelidad al Espíritu Santo”. (Congregación para la Doctrina de la Fe – B. El problema del disenso) Es por ello que la Iglesia, obediente a las palabras del Señor Jesús, no puede, pese a voces disonantes, actuar y pensar fuera del horizonte de la espiritualidad cristiana, cuya meta y fin es la misma humanidad, como recientemente nos recordaran en las charlas sobre espiritualidad Salesiana en el Templo de la Juventud, con motivo del bicentenario del nacimiento de san Juan Bosco. Ahora bien, como afirmamos en esta columna, que es solamente opinión personal y no necesariamente eclesial, los reclamos y denuncias errabundas deben también estar vestidas de los mismos atributos que se exigen, en honor y exaltación de la verdad y justicia reclamadas. De lo contrario, ¿cómo podríamos, valerosamente y con autenticidad, exigir el imperio de la decencia y el castigo de la corrupción, que hemos padecido en detrimento del bienestar común, la salud, educación y otros campos de la dignidad humana, tan despreciada por el abuso de algunos que han querido aprovechar los temporales cargos de dirección y de administración que les fueron confiados, para cometer actos de corrupción?Estas virtudes, la verdad y la justicia,“hacen al hombre cabal”y son un proceso de dos vías que propicia el apego a las virtudes cardinales, “que son el gozne o quicio (cardo, en latín) sobre el cual gira toda la vida moral del hombre; es decir, sostienen la vida moral del hombre”. Da dolor y vergüenza escribirlo, pero vale la pena preguntarse si no estaríamos poniendo en peligro la aplicación de la justicia y la obtención de la verdad, en la intensidad y premura deseadas, si se actúa con precipitaciones inadecuadas, que podrían también ser sugeridas astutamente hasta por los mismos culpables para hacer caer a las autoridades en errores de procedimiento.
¿Que si estoy indignado y quiero justicia? Claro que sí. Pero debemos ser cautos, porque somos los más bravos a la hora de reclamar, sobre todo si nuestra indignación ha sido encrespada por “vivitos” interesados en levantar polvo para huir,o en quemar intereses ajenos y enlodar dignidades de otros.La aceleración inadecuada de las acusaciones a supuestos culpables del delito de corrupción, puede conducir a procesos inconclusos o errores que obliguen a los jueces a fallar en contra del deseo común; podría ser causa de acusaciones injustas; también se corre el peligro que se acuse al gobierno de demandas por motivos políticos. Los involucrados que son culpables han tenido ocasión y tiempo de tratar de cubrir sus malas obras;entonces, quitarle a la ley la ocasión de preparar bien sus casos puede tener consecuencias más bien contrarias al interés común; y esto, recordemos,hasta podría ser intencional.