Semanario FIDES

EL DECANO DE LA PRENSA NACIONAL

“Y dijo: aquí quiero que termine mi vida, y así ha sido”

 Sacerdotes y acólitos cargan los restos del párroco Senis.

Sacerdotes y acólitos cargan los restos del párroco Senis.

Amó a Honduras sirviendo con el corazón. El padre Saturnino Senis ha dejado un gran vacío en la Diócesis de San Pedro Sula y a la vez, deja una herencia espiritual, un ejemplo de amor al prójimo, de evangelizar con la palabra y con la acción justa.Texto y fotos Johanna Kattán
jokattan@unicah.edu
Podría escribirse un libro sólo con los sucesos ocurridos en el sepelio del padre Saturnino Senis. Esa mañana, la Catedral San Pedro Apóstol estuvo repleta. En los pasillos donde tantas veces caminó el párroco Senis esta vez no podía verse un espacio vacío.
Centenares de corazones recordaban en su interior aquél momento en que conocieron al “padre Satur”. En sus recuerdos aún escuchaban su voz cuando los domingos en la primera misa, por radio este noble sacerdote saludaba a los vendedores, a los conductores de taxis y buses, y especialmente enviaba su cariño a los ancianos y a los enfermos en casa y a los que estaban internos en un hospital.
A cuántas personas este sacerdote ayudó, será una cifra infinita. Los agradecimientos son interminables. En el silencio de sus corazones, miles de feligreses expresaban ese “gracias padre Saturnino”.  Todos tenían un motivo para agradecer, madres solteras  a quienes este sacerdote ayudaba proveyéndoles útiles escolares a sus hijos, medicinas y provisiones para los más necesitados, incluso hasta casas para familias que necesitaban un techo.
“Tengo seis hijos, el padre siempre nos ayudó con los útiles escolares pues somos pobr es. Es una gran tristeza que se ha ido”, expresó una madre que cargando a un bebé y lloraba cerca del féretro donde descansan los restos del padre Satur. En la misa de cuerpo presente, una enorme fila de feligreses parecía interminable antes de las nueve de la mañana del viernes 12 junio, día del Sagrado Corazón de Jesús. No sólo los adultos desearon darle el adiós al párroco Saturnino, también los niños, quienes pedían a sus padres que les dejarán ver al padre Satur.
Un cáncer y otras complicaciones en el cuerpo del padre Senis le ocasionaron fuertes dolores físicos, pero nunca se apagó su esperanza y esa alegría con la que siempre irradió. “El padre Saturnino era una persona con una gran alegría en el corazón y en el rostro y con un entusiasmo, un ánimo, una fortaleza y una esperanza grande”, así describe al padre Satur el Obispo de la Diócesis de San Pedro Sula, Ángel Garachana.
“Hay personas que ante las dificultades se desaniman. Otras en las dificultades se animan y se hacen fuertes, mantienen la esperanza, el padre Saturnino era una de estas personas, una persona con alegría profunda, y ese es un poco yo creo, la herencia que nos deja a nosotros. Porque cuando nos duele la partida de un ser querido nos deja una herencia,  en su caso no una herencia material, porque nada tenía, pero nos deja una herencia espiritual, de tal forma que lo recordemos sí dolor y con cariño, pero también que ese dolor y ese cariño nos suscite el deseo de imitar los ejemplos, de alegría, de esperanza, de amor a los pobres, de sencillez, de fe en Dios , que él nos ha dejado”, expresó Monseñor Garachana.
El Obispo presidió esa Eucaristía, donde  se vio por última vez el cuerpo del párroco de San Pedro Apóstol, el amigo y hermano con quien compartió durante casi dos décadas en la casa cural. “Un gran vacío,  porqué cuando una persona es querida nos deja un vació, pero ese es un vació que nosotros los cristianos llenamos de fe y de esperanza en Dios, un vacío que no es un vació sin sentido, es el vacío de quien ha sido amado”.
Luego de la misa, el sencillo féretro fue cargado por sacerdotes y acólitos a paso lento, abriendo camino entre la multitud. Los buses contratados para las personas que irían al cementerio se llenaron, y aún quedaba mucha gente acompañando. Contiguo al carro de la funeraria, muchos caminaron hasta llegar al cementerio Jardines del Recuerdo.
A medio camino, ocurrió que el carro fúnebre tuvo fallas, de manera que se requirió una ambulancia, y así llegó el cuerpo del padre hasta el cementerio, en un vehículo dedicado a servir, a salvar vidas. Algunos feligreses hacen relación de este hecho con la sencillez del sacerdote y de preferir una ambulancia que un auto con lujo. En un cielo azul el sol brillaba, ya era el medio día, y mientras el cuerpo del padre Saturnino los transportaba al cementerio, acompañado en procesión por el amor de los hondureños, en el cielo un aura embelleció el momento. Algunos decían: “Es la señal de que el padre Satur está con Dios”.

“AQUÍ ESTABA Y YA NO ESTÁ”
En la sencilla casa cural de San Pedro Apóstol, donde habita Monseñor Garachana, también Monseñor Rómulo Emiliani y el padre Raúl Najarro, ha quedado el recuerdo de ese compartir que cada uno vivió con el padre Satur. Compartieron los alimentos, tardes de café, algún programa de televisión o un partido de futbol,  tuvieron sus momentos alegres y otros tristes, con el padre Saturnino.
“El primero que se levantaba a las dos de la madrugada, cuando yo algunas veces me estaba acostando, así que a veces bromeábamos cuando él me decía: Ángel esta mañana te levantaste pronto, no Saturnino,tú te estabas levantando y yo no me he ni acostado”, recuerda Monseñor Garachana, así como tantos detalles especiales. “Hacer el café cuando llegábamos nosotros, venir de la misa de la catedral 7:30 entrar a saludar,yo desayunando,él ya desayunado, siempre si había algún dulcito le gustaba probarlo, porqué le gustaba endulzar la vida de los demás y también le gustaban los dulces que alegran los ojos”.
Años de hermandad que quedan en el corazón. “Compartí con él 19 años sentado en el comedor, ahí a mi izquierda, compartir 19 años de fe, de servicio pastoral , sintonizando por nuestro origen cultural , sintonizando también por muchas cosas, por nuestro planteamiento de Iglesia, de pastoral, entonces cuando se ha convivido de cerca, se siente más”.
“Ir al comedor mañana y pasado, y al pasar por el pasillo decir; aquí estaba y no está , a mi lado se sentaba y ya no se sienta. No puedo decir que no siento nada, esa ausencia  se siente y duele, al mismo tiempo es una ausencia que a mí me recuerda una presencia mayor.  Es un poco lo que nos pasa con el Señor, decimos que el Señor está ausente físicamente, pero afirmamos que es una presencia espiritual verdadera, algo parecido tengo que vivir yo ahora , una ausencia física , pero una presencia espiritual, que se profundiza y se intensifica”.
Monseñor Garachana fue que quien anunció la triste noticia: “murió como a las cuatro de la tarde”. Su velorio fue en la Catedral San Pedro Apóstol, desde la noche del 10 de junio hasta la mañana del 12. Horas de oración y de agradecimientos. “Esta es la forma de manifestar nuestra fe y orar, qué podemos hacer por nuestros difuntos, seguir queriéndolos, y orar”.
Y se quedó en San Pedro Sula, “como fue su deseo, el misionero, como quiso ser el padre Saturnino, se desprendió de su país, de su cultura, de su familia, no porque no los quiera, los lleva en las entrañas, pero se entrega a un pueblo, a una Iglesia, a una gente donde va de misiones.  eso es lo que hizo el padre Saturnino. Podía haberse quedado en España, tenía una bonita parroquia, pero dijo no, yo siento un llamado fuerte a la misión”.
Se enamoró de Honduras y la amó hasta el final. “Vino hace 19 años, acá ha trabajado, y como ocurre acá en Honduras y,  especialmente en la Costa Norte, los misioneros se dejan ganar el corazón por el cariño de los fieles de la Diócesis de San Pedro Sula, él se dejó ganar el cariño que lo llevó a manos llenas, especialmente a las de los pequeños, y dijo: aquí quiero que termine mi vida, y así ha sido, acá termina su vida, acá queda su cuerpo y acá queda también el ejemplo y el testimonio que nos ha dado durante estos años”.

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Esta entrada fue publicada el 23 junio 2015 por en Diócesis, San Pedro Sula.
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