El pan de coco y el fresco jugo de piña, sirvieron para que todos se unieran a la alegría que se dejaba sentir…todo al ritmo de tambores, saludos y música de Ceibita la Bella. ¡Un pedacito de esta bella ciudad se escapó y se vino para el Seminario Nuestra Señora de Suyapa.Por Aaron Emir Alvarado
Seminarista
Diócesis de La Ceiba
Colores, sonidos y bailes, sabores y sonrisas fue lo característico del evento que no pasó desapercibido. Recientemente en el Seminario Mayor Nuestra Señora de Suyapa, el ambiente era de fiesta, de alegría; como es tradición, la Diócesis de La Ceiba celebró su ‘Día Cultural’ por todo lo alto.
Lo que se vivió allá parecía ser esperado por todos. La fiesta comenzó con la oración de las laudes solemnes presididas por el diácono Denis López. El olor del incienso que se elevaba hacia lo alto, el canto de los salmos y el diciente silencio del interior en oración abría la celebración de modo envidiable. Al momentodel cántico evangélico –como augurando el sentimiento del día de fiesta– retumbaron aquellas solemnes palabras del Maestro: “Padre, que todos sean uno…”
Las clases sólo aumentaron la inquietud ante lo que se venía. El pan de coco y el fresco jugo de piña, cultivadas en nuestra tierra, sirvieron para que todos nos uniésemos a la alegría que se dejaba sentir… todo al ritmo de tambores, saludos y música de nuestra Ceibita la Bella.¡Un pedacito de esta bella ciudad se escapó y se vino para el Seminario Mayor!
Con la presencia de la Radio ‘La Voz de Suyapa’, y desde ella las radios de nuestra Diócesis, comenzaba por la tarde el esperado juego de fútbol. Monseñor Miguel Lenihan hacía el saque de honor –¡tremendo golazo!– y los equipos se preparaban para iniciar. El Seminario Mayor contra la selección de la Diócesis de La Ceiba, formada por los sacerdotes, seminaristas y amigos que nos visitaban desde La Novia de Honduras. Aun cuando el marcador terminó en empate, la fraternidad y la diversión fue el premio para todos los jugadores.
No hay mayor acción de gracias que la Eucaristía. Por la tarde, Monseñor Lenihan, junto a su clero, seminaristas y familiares que nos visitaban, comenzaba la celebración eucarística en donde se oraba de manera especial por la vida, vocación y misión de tantos hombres y mujeres que se han entregado a la construcción de una Iglesia renovada y en camino en nuestra Diócesis. En la fiesta de Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote, Monseñor Miguel recordaba el imperativo de formarse según lo querido por Dios, buscando siempre ser compañeros de camino de un pueblo que necesita de sus pastores junto a ellos. La fiesta litúrgica celebrada, decía nuestro Obispo, no era una casualidad, sino uno de esos hermosos detalles de Dios.
Terminado el banquete eucarístico, todos pasamos a disfrutar de un delicioso plato de pescado frito con rice and beans, pero no sin degustar antes la tan esperada sopita marinera. Parecía que no se podía poner mejor, pero Daniel López y el Coro Parroquial San Isidro nos demostraron que, si queremos disfrutar lo mejor de nuestra Diócesis, teníamos primero que disponernos al baile y a la alegría que nos caracteriza. Basta terminar citando al salmista: “Dios ha estado grande con nosotros, y estamos alegres” (Salmo 125,3).