Semanario FIDES

EL DECANO DE LA PRENSA NACIONAL

La vocación

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Diálogo “Fe y Razón”
La vocación
Carlos E.
Echeverría Coto
carlosecheverriac@gmail.com
En el mundo de lo profano, en el que todos nos movemos y coincidimos, la vocación es una inclinación personal hacia determinado oficio o profesión, que se considera viable cuando va acompañada de un conjunto de aptitudes y habilidades necesarias a tal oficio o profesión. Las aptitudes vienen con el tipo de inteligencia –lo que explicaremos más ampliamente cuando hablemos de las inteligencias múltiples-; las habilidades, son destrezas que se perfeccionan con la práctica. Si nos adentramos ahora al mundo de lo sagrado y su terminología, la vocación es una llamada, una convocatoria. Repárese en que la palabra vocación se deriva del verbo latino “vocare”que se traduce como llamar.Más concretamente, se trata de un llamado de Dios.
Me quiero quedar en el ámbito de lo sagrado, ya que recientemente se nos han ido a la casa del Padre tres varones que sintieron ese llamado de lo alto y, consecuentes, consagraron su vida al servicio del Señor: el Padre Juanito, Danilo Aceituno, y Monseñor Guido Plante. Un sacerdote, un laico comprometido y un obispo.
Las vocaciones de este tipo ya eran cosa habitual en la Antigua Alianza. Entre los llamados por Dios más notables están, Abraham, Moisés, Samuel, Elías, Eliseo, los cuatro profetas mayores y los doce menores. Isaías narra que percibía la voz del Señor diciendo “¿A quién enviaré?”, a lo que él contestó: “Heme aquí, envíame” (Cf. Is 6,8).En tanto Jeremías oye que se le dice: “Antes de que nacieses te tenía yo consagrado” (Jr 1,5).Por su parte, Abdías describe al profeta como “…un mensajero que ha sido enviado a las naciones” (Ab 1,1). Estos textos nos ayudan a caracterizar a estos personajes como seleccionados por Dios, desde antes de su existencia, que responden aceptando el llamado, para ser heraldos, voceros del Señor entre su pueblo.
La vocación del cristiano conserva esos tres rasgos distintivos, pero agrega dos: 1) se la ve como un don, una gracia de Dios y, 2) el que tiene esta misión es, además, testigo. En el enfoque paulino, es así como se expone: “…apóstol   por  vocación,  escogido para  el  evangelio  de Dios” (Rm 1,1); “…por cuanto nos ha elegido en él antes de la fundación del mundo” (Ef 1, 4); “…nos ha llamado con una vocación santa, no por nuestros méritos, sino por su propia determinación y por su gracia” (2 Tm 1, 9).Y la Carta a los Hebreos agrega: “Seréis mis testigos…” (Hb 1, 8).
Entonces, no confundamos la vocación a lo sagrado, con un trabajo cualquiera, desempeñado en la Iglesia. Usted y yo tenemos una vocación clara, que se origina en el bautismo. El llamado es explícito en el ritopor el que se nos consagra hijos de Dios. Si Dios es amor y nosotros somos hijos y herederos, entonces nos caracteriza el amor, pues somos los amados por Dios, debemos amar a Dios y debemos amar a cada hijo de Dios y a cada hijo de hombre. Y como “obras son amores, que no buenas razones”, la vocación del cristiano le lleva a hacer algo concreto a favor de los seres humanos.
En lugar de dejarnos asfixiar por la nube tóxica de la deshumanización general, cada uno de nosotros, los cristianos, tenemos la vocación irrenunciable de re-humanizar al hombre; promover su dignidad humana, y hacer que su humanidad se sublime ascendiendo hacia lo santo y lo sagrado. Porque así lo quiere Dios.

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Esta entrada fue publicada el 2 junio 2015 por en Diálogos Fe y Razón, Punto de Vista.
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