Homilía del Señor Arzobispo en la Fiesta de la Santísima Trinidad
Y sepan que yo estoy con Ustedes todos los días, hasta el fin del mundo” (Mt. 28,16-20)
Esta es la fe que ha animado a las comunidades cristianas desde sus comienzos: Jesús permanece vivo en medio de nosotros. No estamos solos, perdidos en medio de la historia, abandonados a nuestras propias fuerzas; El está con nosotros, permanece con nosotros todos los días, hasta el fin del mundo.En momentos tan difíciles, como los que estamos viviendo actualmente, es fácil caer en lamentaciones, desalientos y desesperanzas. Necesitamos recordar con urgencia las palabras de Jesús en el Evangelio de este domingo: “y sepan que yo estoy con Ustedes todos los días, hasta el fin del mundo”; El está con nosotros. Para los primeros cristianos, Jesús no era un personaje del pasado, sino alguien vivo que animaba y vivificaba con su Espíritu a las comunidades. Para nosotros también hoy, Jesús es el Resucitado, el que está presente en nuestras vidas, en nuestras comunidades y en el corazón de nuestro mundo. Que su presencia toque nuestro corazón y nos llene de alegría.
Hoy celebramos la Fiesta de la Trinidad. La Trinidad es la Fiesta del Misterio de Dios que es Amor. Todas nuestras celebraciones y todas nuestras oraciones las comenzamos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo y las terminamos bendiciendo al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Nuestra vida está marcada por este misterio de amor y de comunión.
¿Qué significa el Misterio de la Trinidad que hoy celebramos? Que el Dios en quien creemos y que se nos ha revelado en Jesús, no es un Dios solitario, Dios no es soledad sino que es un Dios, que es amor, un amor que se da, que se relaciona y que unifica. El Misterio que hoy celebramos es un misterio de amor y de comunión entre personas que no se reservan absolutamente nada para sí mismas. Como ha escrito Leonardo Boff: “al Dios que está por encima de nosotros y que es nuestro origen, lo llamamos Padre; al Dios que está con nosotros y se hace compañero de camino, lo llamamos Hijo; y al Dios que habita nuestro interior, como entusiasmo y creatividad, lo llamamos Espíritu Santo”.
Creer en el Misterio de la Trinidad es creer también que la comunión y el amor entre los seres humanos es posible. Otro mundo es posible. La comunión es el dinamismo que rompe nuestro aislamiento, vence nuestra tendencia al narcisismo y posibilita el verdadero encuentro entre las personas. Es la comunión la que hace posible todo crecimiento auténtico. Nos realizamos en comunión: El ser humano, creado a imagen de Dios, se realiza en la medida en que se relaciona, se libera cuando se abre a los otros y crece cuando ama de verdad. La última realidad no es la nada sino el amor y la relación.
En el fondo de toda ternura, en el interior de todo encuentro amistoso, en la solidaridad desinteresada, en la entraña de todo verdadero amor, siempre hay este anhelo de comunión; en el fondo de todo, detrás de todo, está este misterio de amor y de comunión que es Dios y que hoy celebramos.
En el Evangelio de hoy, los discípulos vuelven a Galilea y vuelven a un monte y dice que ellos al verlo, “se postraron, pero algunos vacilaban”. Esta actitud de los discípulos expresa la fe; pero una fe que está entremezclada con la duda. Como siempre, nuestra fe es frágil, pero podemos pasar de la duda a la confianza.
Jesús les dice: “Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra”. Jesús Resucitado es el que tiene autoridad. Tiene el poder de la Vida, para dar vida, para defender la vida; el poder para amar, sólo para amar. El poder para perdonar, para remediar toda miseria humana, para restaurar todo deterioro, para hacer nuevas a las personas y a las cosas. Jesús resucitado tiene el poder de la liberación y de la vida.
Jesús añade: “Id, haced discípulos de todos los pueblos”. El fin de la misión es “hacer discípulos”. El cristiano es un discípulo. No se trata de ofrecer sólo un mensaje, sino de establecer una profunda relación con el Maestro, una relación personal, una relación de amor y de confianza; lo primero en el cristianismo es la comunión con El, con este Maestro de quien podemos decir cada uno: “de Ti lo aprendo todo”… Estamos llamados a hacernos discípulos para poder hacer discípulos “sin creernos maestros”. Nuestra relación con Jesús Resucitado nos permite compartir su misma vida.
Que hoy podamos tomar conciencia de que su Presencia nunca nos abandona, que su compañía nunca nos faltará: “Yo estoy con vosotros todos los días”. Estas palabras de Jesús nos confortan y sostienen nuestra esperanza.
Que hoy podamos decirle: Padre, que confiemos siempre en Ti, Señor Jesús, que tu Vida de Hijo alimente la nuestra, Espíritu Santo, que el Fuego de tu amor nos renueve por dentro y renueve nuestro mundo.