Reflexión
Cuando un hermano se va
P. Juan Ángel López Padilla
La muerte de Danilo Aceituno, mi hermano, ha sido un golpe que por más que trato de asimilar, admito que me cuesta mucho hacerlo. Desde la fe, respondo: creo firmemente, como Martha la hermana de Lázaro, que Jesús es la Resurrección y la Vida.
El querido padre Carlomagno me había pedido que estuviese listo, para predicar, en la misa de exequias del “Negro”. Me pasé, buena parte de la noche, “craneando” qué iba a decirle a los que estuviesen en esa misa, pero, a medida pasaban los minutos, caí en cuenta que aquellas palabras debían ser para Danilo, y en última instancia, para Dios.
Me preguntaba ¿Qué era morir? ¿para qué morir? Y aunque las respuestas pueden quedarse en cientifismos o en explicaciones gratuitas, la verdad es que era mejor preguntarse ¿qué era vivir?
Danilo, muchas veces, infinidad de veces, volvió sobre aquello de san Pablo: Para mí, la Vida, es Cristo.
Y, ¿quién era Cristo para Danilo, y debe serlo para nosotros? Pues Cristo es el Pan de Vida.
Increíble cómo, sin querer queriendo, Danilo fue ayudándonos tantas veces a comprender la Eucaristía, a vivirla, a disfrutarla. ¡Cuánto amor de Danilo por el Cuerpo y la Sangre del Señor!
También, muchas otras veces, Danilo explicó aquello de que: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá para siempre.
Pues si hubo un creyente, un laico, que entendía bien lo de ser discípulo misionero, apóstol incansable, fue Danilo. Creer para él, como debe serlo para cualquier bautizado consciente, no es un acto de la memoria, ni siquiera del intelecto frío y desencarnado: debe serlo del corazón, con la vida.
Escuchaba tantos testimonios de gente que fue tocada por los gestos y las palabras de Danilo. Si nuestra Iglesia produce esos frutos, esa semilla que cae en tierra y produce mucho fruto, pues entonces estamos no ante una Iglesia débil, sino frente a una Iglesia madura. El riesgo es que esto, no haga escuela.
Danilo acostumbraba a llamarme “maestro”, y muchas veces lo fregaba con lo que dice el Evangelio, de que “no llamen a nadie Maestro, porque sólo uno es su Maestro, el Hijo del Hombre.” Claro, se atoraba de la risa, he inmediatamente me recordaba que por mi condición de sacerdote, mi tarea es ser como Cristo, por lo tanto también: maestro.
Nunca se lo pude decir en vida, porque hablábamos de otro montón de cosas y la última vez que lo vi, horas antes de que fuese llamado a tomar parte de la “herencia que Dios le tiene prometida”; me dediqué una vez más, a escucharlo, a aprender de cómo mueren los santos.
Negro, hermano: allá dónde estés que te quede claro que vos fuiste mi maestro y que te debo tanto que la única manera de pagarte es con la Eucaristía. Sabés bien que mejor pago no puedo darte.
Te fuiste con la alegría de saber que estabas rodeado de mucho amor, que la gente estaba orando y sigue orando por vos. Te fuiste con la alegría de que nuestro Barça, es campeón de Liga. Te fuiste pero realmente te quedás. Ahora ya no te escucharemos en las horas santas, pero sabemos que vas a seguir orando por nosotros; sabemos que creer, viendo tu fe, descomplica todo, porque es imposible que tanto amor, se desperdicie en el olvido. Ánimo y con más fe.
Buen día Ángel me pude mandar la programación por favor. Saludos Yenny