Homilía del Señor Arzobispo en la Fiesta de la Ascensión del Señor
“El Señor Jesús subió al cielo y se sentó a la derecha de Dios” (Mc. 16, 15 –20)
Con estas palabras es narrada la Ascensión del Señor. Hoy celebramos la fiesta de Ascensión del Señor, el triunfo de Cristo Resucitado, constituido Señor del Universo. Celebramos que “Jesús sube al cielo y se sienta a la derecha del Padre”. Sube no al cielo cósmico, Jesús no entra en un lugar, sino en una nueva dimensión, entra en la plenitud de Dios. “Sentarse a la derecha de Dios”; es también una manera de hablar, una metáfora que quiere decir que Jesús entra en la plenitud divina; “la derecha de Dios” es el lugar de la vida en plenitud.
La Ascensión del Señor es la garantía de su victoria personal sobre la muerte, sobre el odio, sobre la violencia, sobre la prepotencia de los poderosos pero, además, su victoria anticipa la victoria de toda la humanidad: ese es el destino de todos los seres humanos, desde el momento de su Ascensión las posibilidades de la humanidad han dejado de ser limitadas.
“Vayan al mundo entero y proclamen el Evangelio de Dios a toda la creación”. Esta es la Buena Noticia del Evangelio: Que Jesús Resucitado es el Señor de nuestra vida. Esta es la mejor noticia que el mundo puede escuchar, puesto que este Señor no es como los falsos ídolos que conducen a la injusticia, la esclavitud y la muerte. Jesús es el Señor de la Vida: los anhelos más profundos de vida, de justicia, de liberación y de felicidad son posibles y se han realizado ya en el Resucitado. El Evangelio es un anuncio de liberación. Esta Fiesta de la Ascensión del Señor despierta en nosotros una gran esperanza.
Quizá el rasgo más sombrío del momento actual es la crisis de esperanza. La historia de estos últimos años se ha encargado de desmitificar el mito del progreso, piedra angular de la civilización moderna. Las grandes promesas no se han cumplido, se han caído nuestros ídolos y seguirán cayendo mucho más. Es verdad que hemos creado bienestar, pero también pobreza, marginación y soledad. En nuestra sociedad occidental hay un gran vacío de sentido, como dice Olivier Clement está marcada por la angustia y por las mil formas de taparla.
Lo importante en la crisis que atravesamos es que hoy todos podemos ver que el sistema en que vivimos es profundamente injusto y que pierde el control. La ambición ilimitada ha arruinado la economía global y ahora sufrimos las consecuencias terribles. Como escribe Pérez Andreo “el capitalismo es el mayor crimen que se ha podido cometer contra la humanidad y el planeta Tierra, es decir, contra la creación de Dios”.
Que en esta Fiesta de la Ascensión del Señor se nos abran los “ojos del corazón” para comprender que, a pesar de todo, es posible la esperanza. Dios es la razón de la esperanza de la humanidad. Nosotros cristianos, sabemos que la situación dramática de la humanidad, está iluminada por la Presencia del Resucitado.
¿Cómo recuperar la esperanza en esa vida definitiva de la que estamos tan necesitados? ¿No sería todo diferente si nos abriéramos a ese Misterio que llevamos en el corazón y que nos sobrepasa? ¿No necesitamos hoy reencontrarnos con Cristo, que ha venido para que tengamos vida y la tengamos en abundancia? Sólo quien conoce el destino camina con firmeza a pesar de los obstáculos. Sólo con quien se ha encontrado con el Resucitado puede vivir con esperanza.
Esta es la Buena Noticia que estamos invitados a proclamar al mundo entero: Jesús es esa Buena Noticia y es una suerte encontrarnos con El. El Evangelio de hoy enumera también unas cuantas señales que acompañan al anuncio de esta Buena Noticia: “A los que crean les acompañarán estas señales: echarán demonios en mi nombre, hablaran lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos y si beben un veneno mortal, no les hará daño”. ¿Qué quieren decir estas palabras?
Quieren decir que el Evangelio es un anuncio de liberación profundo para todos los seres humanos y quienes lo acepten serán liberados del dominio de aquellas ideologías que proponen un modo de vida contrario al designio de Dios; eso significa: “echarán demonios: los demonios de la ambición, de la violencia, de la injusticia, del desamor. «Hablarán lenguas nuevas, es decir, podrán romper las barreras que impiden a los seres humanos comunicarse y relacionarse como hermanos, y así hacer posible la paz y la fraternidad en el mundo.
«Cogerán serpientes en la mano, y si beben algún veneno, no les hará daño; aplicarán las manos a los enfermos y quedarán sanos.»
No. No se trata de milagros. Son señales de liberación, amor y vida, son las que deben identificar a los seguidores de Jesús, las que garantizan que el mensaje que alguien anuncia es el suyo. La Buena Noticia va siempre acompañada de signos liberadores. Necesitamos experimentar en nosotros esa profunda liberación del evangelio para transmitirla a los otros: Estamos llamados a ser testigos de vida y esperanza.
Que hoy podamos renovar nuestra esperanza en Jesús Resucitado. La Resurrección, y la Ascensión que hoy celebramos revelan que Cristo Resucitado ha vencido definitivamente la muerte y todas las formas del mal que se oponen al “designio de vida” que Dios tiene sobre nosotros. El miedo ya no tiene razón de ser, podemos pasar de la angustia a la confianza. Por eso, volvemos nuestras miradas a El, el Resucitado, para decirle:
Tú, Señor, por tu Resurrección has llegado a la vida plena. Hoy, al contemplar tu Ascensión al cielo, tu triunfo definitivo y último, nuestra vida adquiere pleno sentido. Gracias, Señor, por tu presencia permanente que llena de fuerza y alegría a nuestro corazón.