Caminar
Antídoto contra el mal común
Jóse Nelsón Durón V.
Bruce Lee, artista, actor y filósofo estadounidense de origen chino, destacado por ser el máximo exponente y lidiador nunca derrotado en las artes marciales,así como persona sumamente humilde, escribió:“La simplicidad es la clave de la brillantez”, frase que nos da pie para comentar este domingo sobre la concreción histórica que vivimos en estos días en nuestro país y en la percepción remanente en propios y extraños. Su vida, pese a sus múltiples triunfos y fama, fue sencilla y simple, pero le llevó a una madurez espiritual basada en su paz interior y en su claro discernimiento de lo importante en la existencia del ser humano. Afirmaba con esa humilde paz: “El que sabe, pero desconoce que sabe, está dormido; despiértale”.
Poniendo atención sobre los diarios sucesos y la manera en que son percibidos y comentados, no nos cabe duda que esa simplicidad deberíamos aportarla como supremo acto de desprendimiento en favor del bien común, que, como describe santo Tomás”es el fin de las personas singulares que existen en la comunidad, como el fin del todo es el fin de las partes. Sin embargo el bien de una persona singular no es elfin de otra.” Es decir, todos trabajando por todos y los bienes de mis hermanos no deben constituir mi fin o propósito; o, lo que es lo mismo, cada quien disfrutando con lo suyo.No robarás ni desearás el bien de tu hermano. Pío XI en su Encíclica “Divinis illiusmagistri”: “Toda actividad del Estado, política y económica, está sometida a la realización permanente del bien común; es decir de aquellas condiciones externas que son necesarias al conjuntode los ciudadanos para el desarrollo de sus cualidades y de sus oficios, de su vida material, intelectual y religiosa.”
Toda esta sabiduría debería ser la melodía que encantara nuestras vidas; para ello, debemos despojarnos de los coloridos trapos partidarios que enceguecen nuestros espíritus y de los intereses de todo tipo que empequeñecen nuestras almas, que parecen buscar, por el contrario, el mal común, que es el éxito del enemigo, el príncipe del mundo, como motejó con cierta ironía el Señor Jesús al demonio.El regreso a la humildad, el respeto del prójimo, la celebración del éxito ajeno, solidaridad, apoyo mutuo, reconocimiento de las virtudes y logros ajenos, la práctica y cultivo de los deberes morales y de las virtudes cívicas, la crítica constructiva, el apoyo desinteresado de los esfuerzos ajenos y de los emprendimientos hermanos, deberían ser de obligado cumplimiento, porque sólo así construiremos el bien común y derrotaremos el mal común, que es el éxito del enemigo, el príncipe del mundo, como motejó con cierta ironía el Señor Jesús al demonio.
La realidad es que cada vez es más preciada la brevedad y la exactitud, gracias a su connotación de precisión, que es también sinónimo de disciplina, rigor, belleza, calma y gracia, y es mérito de recompensa y de premio; breve no significa necesariamente falso, ni insincero. No. Mi abrazo breve, hermano, precisamente por su cortedad, es verídico, auténtico y fuerte. Este domingo, que celebramos la Ascensión del Señor Jesús, nos deja la usual cuota de asombro el santo Evangelio de san Marcos, que, por su laconismo y precisión, cincela en las mentes y almas,a fuerza de inspiración, el anhelo de sencillez, pureza y santidad en todos aquellos que en silencio se nutren de esta fuente maravillosa.Proveniente su contenido por supuesto del Señor Jesús, fue escrito por un discípulo de san Pedro, o, como se afirma últimamente, de san Pablo. Así consigna y cuenta el santo Evangelio de San Marcos la ascensión de nuestro Señor Jesús al Reino de los cielos, después de escribir la perícopa de la cena del Señor Jesús, una vez resucitado, con los once: “Con esto, el Señor Jesús, después de hablarles, fue elevado al cielo y se sentó a la diestra de Dios.” (San Marcos 16,19). Sencillo, auténtico, real y brillante. Que así sean nuestras vidas.