Nery Adalberto Gómez
I de Teología
Diócesis de Santa Rosa de Copán
“Casa”, palabra que en lengua griega equivale a: “oikos”, en lengua hebrea: “bayit”, en lengua latina a “casa”; pero que en la vida familiar equivale a: hogar, calor de familia, hoguera de amor familiar. Una persona, hace mucho tiempo, de las consideradas las más débiles, de menos valor ante su cultura, su religión, y todo el ambiente que le rodeaba, fue, por iniciativa divina, la que envolvió y protegió con calor, y dio amor de familia humana al Dios hecho hombre. Al Dios hecho carne, con firme decisión hospedó.
María, de Belén de Judea, residente de Nazaret, mujer joven, sencilla, bella y humilde. Primer persona, que acepta introducir a Cristo en su Ser, primera persona que acepta llevarlo por doquier, hasta el punto de dar evidencia de ello, llenando de alegrías a unos y haciendo saltar de gozo a otros incluso antes de nacer.
Tú, yo, y todo aquél que le acepte en Espíritu y en Verdad, ha de portarlo, reflejarlo y hasta compartirlo, en y desde el Sagrario más profundo, el Templo más vivaz, la Casa más humana y hermosa en la que Él puede habitar: Nuestro Corazón.
Pues, por mucho que alguien se afane en comprar un templo, no gana por ello su salvación; por mucho que alguien realice todo el día acciones piadosas y litúrgicas, no gana sólo por eso de Dios su aprobación. Porque morando Dios afuera y no adentro, la casa del dueño se vuelve frívola, y arde o se quema; pero no por el calor de una hoguera, sino por los gruesos hielos que acorazan su corazón.
¡Oh María! Madre mía, Madre nuestra, y del Redentor. ¡Quién como Tú entre las mujeres! ¡Quién como tú entre los habitantes de Sión! Con justa razón se te atribuyen tantos títulos, que mi pluma no logra enteramente escribirlas, y mi boca completamente entonarlas. Enséñanos a ser como Tú, arca de la Nueva Alianza, Sagrarios dignos donde ha de morar el Señor, templos festivos que reflejen diariamente a tu Hijo con la acción, casas con la puerta del corazón abierta al llamado del Señor. Que nuestra existencia sea un encarnado Betel, para No Ser un Betavén.
¡Oh María, Mujer, Casa de Dios! Ruega por nosotros pecadores, para que habitando en este mundo a Dios en nosotros; nosotros habitemos en su casa en la Nueva Jerusalén.
Nery Adalberto Gómez.
I de Teología
Diócesis de Santa
Rosa de Copán.