Homilía del Señor Arzobispo para el Sexto Domingo de Pascua
“Como el Padre me ha amado, así les he amado yo”
Les invito a escuchar estas palabras de Jesús en lo profundo de su corazón… Jesús se siente amado. Es la experiencia más profunda de Jesús en relación con el Padre. Aparece con relieve en los Sinópticos (Jesús es el “agapetós”) y todo el Evangelio de Juan expresa esta relación profunda de amor en la que Jesús se siente envuelto.
Sí, Jesús nos revela la experiencia humana mas fundamental…“Como el Padre me ha amado, así les he amado yo” ¿Cómo ha amado el Padre a Jesús?
El Padre ha amado a Jesús comunicándole la fuerza de su amor y Jesús demuestra su amor de la misma manera, comunicando la fuerza de su amor a sus discípulos y les pide que vivan en el ámbito de ese amor: “Permanezcan en mi Amor”. ¿Podremos acoger esta invitación de Jesús?
Para vivir necesitamos sentirnos amados incondicionalmente por alguien. Lo que enferma la vida de no pocas personas es la falta de esta experiencia básica: la de sentirnos amados de verdad.
Ciertamente, el amor es la atmósfera que Jesús respira y la experiencia más profunda que Jesús vive y lo que les pide a sus discípulos es que permanezcan ahí, en ese lugar del amor: Jesús nos ha manifestado cómo es el amor del Padre, amándonos. Toda la vida de Jesús, sus palabras, sus gestos, su muerte y resurrección son las pruebas definitivas de su amor.
“Les he hablado de esto para que mi alegría esté en ustedes y su alegría llegue a plenitud. Jesús desea que vivamos su alegría y que esa alegría la vivamos en plenitud: no hay mayor alegría que la de sentirnos valiosos y amados por Dios. Esa es la verdadera alegría. Ningún ser humano puede vivir sin alegría. ¿Qué es una vida sin alegría? La alegría nace de la experiencia del amor.
Jesús sabe que la experiencia de este amor es el único camino que lleva al ser humano a la verdadera alegría. La verdadera alegría es algo extraño para muchos hombres y mujeres de nuestro tiempo. Vivimos rodeados de objetos valiosos y prácticos pero a penas sabemos que es amar de verdad. Corremos por la vida absorbidos por mil proyectos y ocupaciones y al final nos sentimos vacíos.
Jesús concluye: “Este es mi Mandamiento que se amen unos a otros como Yo les he amado”. Hay que subrayar que cuando Jesús habla del mandamiento usa el adjetivo singular “mi”. El mandamiento es el suyo porque es Él quien nos lo ha dado con su palabra y su vida. Por eso añade: “Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos”.
“Ustedes son mis amigos, si hacen lo que les mando. Ya no les llamo siervos, sino amigos…”. La diferencia entre el siervo y el amigo está en la ausencia o en la realidad de la confianza. Jesús no tiene secretos para con sus discípulos.
“Todo lo que he oído a mi Padre se los he dado a conocer”. Lo que Jesús ha oído al Padre es su designio de amor y de vida sobre todo ser humano. Él ha venido a ofrecernos su amistad.
Estamos atravesando un momento en el que todo el mundo está luchando por una situación económica muy preocupante. Necesitamos ser testigos de un amor solidario y, como ha dicho el Papa Francisco, salir de nosotros mismos e ir hacia la periferia, al encuentro de los más necesitados.
Que hoy podamos acoger en nuestro corazón la invitación de Jesús: “Permanezcan en mi amor” y decirle: gracias, Señor, Tú nos has amado como nadie nos puede amar. Que tu amor ilumine nuestros ojos para reconocerte en cada rostro humano.