El mundo de los apuros
Asdrúbal Henríquez
La aurora está entre nosotros y da vida al nuevo día; para algunos es un motivo inmenso de alegría pues verán las ganancias minutos con minutos, horas tras horas y tal vez en un solo día ya tiene asegurado un nuevo carro, en dos días se asegura una casa y así va gustando de su renta pues es un empresario, y tienen derecho a gozar de sus frutos.
Para otros no es más que “un día más”; aquel que para él, levantarse, es una pena pues debe bañarse, lavarse los dientes, peinarse, desayunar, llevar a los chiquillos a la escuela e ir al trabajo por las calles atascadas de tráfico. Y la pena en el fondo, no es tanto en hacer todo eso, todos los días; sino en tener que encontrarse con el mismo jefe estresado, malgeniado, capataz, incomprensible y que se tiene como si fuese el mero dueño de esa empresa. La pena para ti también es encontrarte con la compañera y el compañero que en el fondo de su corazón no te aprecia mucho porque eres su competencia y aunque te sonría y sea amable, desea quedarse con tu puesto y tu sueldo. El mismo que llega más temprano que tú y está a la orden del jefe y con el cual ya van siendo uña y carne y que mide milímetro a milímetros tu capacidad para decírselo al jefe y ver cómo quedas mal.
Cosa más horrible para ti como empleado, es que el dueño de la empresa te dé una orden y el jefe inmediato, te ordene otra; es más fácil salir corriendo de ese infierno. Y el infierno es mayor cuando hay caos, caos porque tu compañera no es tu jefa y se cree tu jefa porque es la amante de tu jefe y por eso tiene la libertad de hacer lo que ella quiere y poner clausulas en el ambiente laboral que no están escritas en ningún contrato. Lo bonito es cuando la esposa de ese jefe llega a la oficina y agarra del pescuezo a la compañera de todos, por hacer suyo lo que no es de ella. Es allí donde a los corazones de casi todos los compañeros, les “salen manos” y aplauden la acción heroica de aquella despechada esposa y que resulta una acción muy merecida y muy lógica.
No hay peor infierno como aquel en el que todos, son profesionales a nivel superior, y estoy refiriéndome a profesionales con maestrías y doctorados y que no se vea el profesionalismo superior por ningún lado; sino que aquella estructura empresarial o comercial se asemeje más a un “mercado zonal” donde campea el chisme, la negligencia, la improvisación, la desorganización y el descontrol. Eso sí resulta deprimente.
El ambiente más fácil es el ambiente laboral político, donde está claro que el que lleva la recomendación de un buen “padrino político” es el jefe, aunque no haya pasado ni el 6to grado. El recomendado político sabe que existen cuatro o cinco personas para un mismo puesto y es entonces cuando se va a supervisar las calles o se va al Seguro Social, después de haber marcado su entrada puntual, para que le den aunque sean vitaminas, y después llega a marcar su salida, para que le paguen su día laborado. ¡Pobre pueblo mío!
Yo, en este día le rindo el sombrero a todos aquellos amigos y amigas y a todos los hondureños que trabajan de sol a sol, en el campo y en la ciudad, en el taller, en la fábrica, como obrero o como empresarios; aquél que pone su empeño para ganarse el pan de cada día de manera honesta y honrada. Gracias a ustedes y a sus impuestos se pueden adquirir insumos, medicinas, pupitres, carreteras, transporte, sueldos y todo para que haya una gestión estatal eficiente y eficaz.
¡Salud trabajadores, Dios les bendiga y haga próspera la obra de sus manos!