Semanario FIDES

EL DECANO DE LA PRENSA NACIONAL

¡Cesen de matar!

P5dialogos

Diálogo “Fe y Razón”
Carlos E. Echeverría Coto
carlosecheverriac@gmail.com
La vida humana es sagrada. Esto es radical y definitivo. Así lo ha definido Dios y así lo han considerado hombres de todos los tiempos y en todas las culturas, pese al ingente número de genocidios, guerras, masacres, asesinatos, homicidios y suicidios acumulados a lo largo de la historia.
El texto sagrado narra que dijo Dios “Produzca la tierra vegetación…y vio Dios que estaba bien”. Y más adelante dijo Dios: “Bullan las aguas de animales vivientes y aves revoloteen sobre la tierra… Y vio Dios que estaba bien”. Y luego dijo Dios: “Produzca la tierra animales vivientes de cada especie…Y vio Dios que estaba bien”.  Finalmente dijo Dios: “Hagamos al hombre a imagen y semejanza nuestra…Y vio Dios que todo estaba muy bien” (Cf. Gn 1, 11-12. 20-21. 24-25. 26. .31).
También se observa la diferencia entre los primeros y el último: el ser humano puede disponer de todos ellos como alimento, su vida va a sostener nuestra vida (Cf. Gn 1, 29-30).
Perpetrado el primer homicidio Dios reclama a Caín: “¿Qué has hecho? Se oye la sangre de tu hermano clamar a mí desde el suelo. Pues bien, maldito seas…” (Gn 4, 10-11). Pero al mismo tiempo prohibió que se le matase: “Quienquiera que matare a Caín, lo pagará siete veces” (Gn 4, 15).Y el Decálogo no deja dudas; su formulación es clara, simple y sin salvedades: “NO MATARÁS” (Ex 20, 13 y Dt 5, 17).
Los israelitas desarrollaron toda una legislación sobre la guerra y sobre la pena de muerte en donde, pese a todo, trataron siempre de conservar el principio de que sólo Dios era el dueño de la vida. Cuando se mata es “para preservar el nombre de Yahveh”, o bien una formulación equivalente. Y los pueblos del mundo han escrito y legislado desde entonces sobre pena de muerte, guerra defensiva, legítima defensa y otros tópicos relacionados. Pero el Señor Jesús, cuando tocó el asunto, fue claro y terminante al reiterar la prohibición e interpretarla como referida no sólo a la vida sino también a la misma integridad de la persona: “Habéis oído que se dijo a los antepasados: «No matarás», y aquel que mate será reo ante el tribunal. Pues yo os digo: todo aquel que se encolerice contra su hermano, será reo ante el tribunal” (Mt 5, 21-22).
Por su parte, la legislación de la casi totalidad de los países del mundo castigan severamente el privar a otro del don de la vida, a veces, paradójicamente, con la pena de muerte. Nuestra Constitución así lo establece: “Art. 65 El derecho a la vida es inviolable” y “Art. 66 Se prohíbe la pena de muerte”.
Pese a la concordancia entre la ley divina y la ley humana, asistimos a una sangría sin precedentes. Confieso que me cuesta creer en las cifras oficiales, aún con el aval del Observatorio de la UNAH, de que la situación mejora. Los medios nos hacen un diario recuento que verdaderamente “clama a Dios desde el suelo”.
Igual que para El Salvador de hace unos años y de ahora, nos parece escuchar la voz profética de Mons. Oscar Arnulfo Romero dirigirse a Honduras para decirnos, “Cesen de matar, se los ordeno en nombre de Dios”. Sobre esta situación y sobre tan preciado legado, seguiremos escribiendo.

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Esta entrada fue publicada el 5 mayo 2015 por en Diálogos Fe y Razón, Punto de Vista.
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