El 23 de mayo es la fecha en que este mártir será declarado beato de la Iglesia.Texto y fotos: Suyapa Banegas
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Un día memorable para la población salvadoreña y centroamericana, y es que se cumplió el trigésimo quinto aniversario del martirio de Monseñor Romero, quien un 24 marzo murió en plena consagración del pan y el vino, en una Eucaristía, frente a sus fieles.
Él quien luchó por las causas de los más pobres es recordado en esta fecha. Y es por ello que la comunidad salvadoreña residente en Tegucigalpa y los feligreses, fueron partícipes de una Eucaristía presidida por el Cardenal Óscar Andrés Rodríguez, celebrada en el Instituto Salesiano San Miguel.
La cita era a las seis de la tarde en punto y poco a poco los fieles buscaron su ubicación dentro del templo para no perder detalle de la celebración. Al llegar la hora todos entonaron el Canto de Entrada y así con mucha reverencia inició la Eucaristía.
En su mensaje el Cardenal Rodríguez destacó aspectos de la persona de Monseñor Romero y algunos de la realidad nacional, los cuales destacamos:
“ Sin lugar a dudas Monseñor Romero es el salvadoreño más famoso del mundo, Monseñor Romero escribió su primera Carta Pastoral como Arzobispo de San Salvador bajo este título título: “ La Iglesia de la Pascua”, y es precisamente esa Iglesia pascual que celebra con júbilo que la muerte no es el final y este es el marco más adecuado para una conmemoración de este mártir, es una celebración de fe cristiana y de amor, de fe cristiana porque estamos convencidos como Marta la hermana de Lázaro que la resurrección de Cristo es también la resurrección Romero. De amor, porque la mayor muestra de amor que puede dar un ser humano es entregar su vida por amor, no hay amor más grande nos ha dicho el Señor Jesús, que dar la vida por los que se aman y él que fue la voz de los pobres, la voz de los sin voz, dio su vida por ellos”.
“Monseñor Romero fue ante todo sacerdote Dios quiso dejarlo claro al aceptar la ofrenda de su vida que hizo un mes antes de morir en su último retiro espiritual a la hora del ofertorio. En esos días un periodista le preguntó sobre su vocación y él respondió: “si yo volviera a nacer de nuevo escogería ser sacerdote”.
“Monseñor Romero vivió como un profeta la dimensión histórica de su vida, la vivió con amor en obediencia al llamado de Jesucristo y en fidelidad a la Iglesia y a los pobres que son los preferidos de Dios, por eso su heróica fidelidad fue sellada con la gracia de una muerte martirial, mereció la gracia de Dios de morir como mártir”.
“Hace 35 años el asesinato de Monseñor Romero desencadenó una crisis terrible en ese amado país, hoy día sentimos la presencia y el don de la paz finalmente alcanzada después de tanto sufrimiento. Si el grano de trigo no muere nada queda, hemos oído en el Evangelio del domingo pasado, el día de su muerte Monseñor Romero celebraba una misa de difuntos y había escogido ese texto del Evangelio, él mismo fue ese grano de trigo que 35 años después superadas las poralizaciones de las ideologías, está produciendo frutos que se hacen evidentes y serán mucho más después del próximo 23 de mayo en que será proclamado solemnemente un beato de la Iglesia”.
“La reconciliación fue abriéndose paso, afloró mucha conversión en torno a este hombre de Dios con el ejemplo de su vida”…” Monseñor Romero no fue asesinado por denunciar la conducta privada de alguien, tampoco por reclamar derechos o privilegios para la Iglesia, lo fue por defender el derecho más grande que Dios ha dado al hombre, por defender la vida, se podría decir que dio su vida por defender el quinto mandamiento y por protestar contra toda injusticia como lo pide a todo obispo el Evangelio y la Doctrina Social de la Iglesia”.
Al final de la Eucaristía los fieles pudieron observar un documental sobre la vida de este mártir.