El Evangelio llega a los pobres, las comunidades despiertan, surgen y se capacitan líderes, el machismo pierde terreno y gana la participación, las amas de casa se organizan, los jóvenes salen a la palestra, hay nuevo renacimiento en la fe.Texto y Fotos Eddy Romero
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Honduras considerada por muchos, tierra de misión, es un país que posee un clero variado entre sacerdotes diocesanos y religiosos, que a pesar de sus muchos esfuerzos, no pueden llegar a todos los rincones de la nación.
Ante esta realidad eclesial, Monseñor Marcelo Gerin, primer Obispo de Choluteca (Q.D.D.G), inició la formación de laicos, en su mayoría campesinos “de tierra dentro”, a los cuales envió en 1967 a celebrar la semana Santa en aquellos lugares de la zona sur que no podía llegar un sacerdote.
Son hombres y mujeres apasionados por el Reino de Dios, que se entregan, no miden el tiempo, no esperan nada a cambio, comparten la realidad de los más desposeídos y que son depositarios y guardianes de la fe en el país. Hablamos de los delegados de la Palabra de Dios.
AL SERVICIO DEL SEÑOR
De tez trigueña, con una mirada profunda y una sencillez encomiable, nos encontramos a don Adalberto Gómez Ruiz, originario de Lauterique, La Paz. Padre de nueve hijos, es delegado de la Palabra de Dios en la Diócesis de Comayagua.
Este año cumplirá 43 años de ser servidor de la Palabra y Ministro Extraordinario de la Comunión. Con 70 años, don Adalberto dijo que inició su labor como delegado en su comunidad, asimismo trabajo en la parroquia San Francisco de Asís de Reitoca, Francisco Morazán y hasta en Estados Unidos, en el tiempo que se fue a buscar nuevas oportunidades, compartía la Palabra de Dios con quienes más lo necesitaban.
Según don Alberto, “lo que más cuesta es evangelizar en el hogar”, pero esto no ha sido impedimento para continuar con su misión. Fruto de este trabajo, hoy se siente orgulloso al indicar que “en mi familia, somos siete predicadores en la casa, cinco mujeres todas muy comprometidas, delegadas de la Palabra de Dios, cuatro ministros extraordinarios de la Comunión, por lo que somos una familia comprometida”.
“Soy delegado, Ministro Extraordinario de la Comunión, me gusta misionar en las comunidades, no solamente comunidades sino a cualquier lado. He estado en Estados Unidos y allá no he parado la Misión, para mi gozo es que otro hermano conozca a Cristo para que lo amen y lo sigan, porque nadie puede amar a quien no conocen” dijo visiblemente emocionado don Alberto.
PRUEBAS
No todo ha sido color de rosa para don Alberto y su familia, él nos cuenta que en 1972, cuando iniciaba su ministerio, “fue muy duro,ya que cuando un pueblo está arraigado en unas terribles costumbres paganas, es muy difícil romper ese hielo que había para comunicar la palabra de Dios”.
Luchar contra estas fuerzas del mal, traen sus consecuencias. En cierta ocasión, mientras se encontraba celebrando la Palabra de Dios, unos tipos, con el ánimo de matarle se acercaron al templo, “yo fui amenazado a muerte y (los agresores) me daban cinco minutos para abandonar el púlpito del altar, y si en cinco minutos yo no me apartaba, me quitaban la vida.Yo en ese momento le pedí la fuerza al Señor, le dije que estaba en manos de Él y dije a los señores que yo estaba dispuesto hasta dar la sangre, por predicar el Evangelio”.
“Me fui a orar como unos 10 minutos, derramando lágrimas, cuando pasó ese momento de tribulación, el Señor me dio las fuerzas, me vine otra vez al altar y continué la celebración. Llegaron y se quedaron al pie del altar mirándome, yo continúe la celebración y luego se regresaron”
“Tuve que salir a escondidas, en medio de un tumulto de mujeres, porque me estaban vigiando para capturarme al salir de la Iglesia. Me llegaron a decir a la casa que estaban rompiendo las puertas de la Iglesia, para entrar a sacarme, porque como no me vieron salir, entonces intentaron irme a buscar a la casa, pero me dijeron que me fuera a la casa, porque me querían matar, yo pensaba que iba a morir en medio de mi familia”.
“Tuve una persecución de tres años que yo no podía celebrar en mi pueblo, para la Semana Santa yo tenía que irme a otro pueblo, porque peligraba mi vida. Desde ese tiempo hasta el día de hoy, he logrado que en las 10 comunidades que comprende mi lugar, en todas, haya centros para la Celebración de la Palabra, catequistas, grupos juveniles. También logré cruzar casi la mitad de la parroquia de Reitoca misionando, ya que esos lugares estaban abandonados en la fe”.
PERSEVERANCIA
Don Alberto dice que el Señor le dio paz, fortaleza y que siempre tuvo un sacerdote muy bueno que le aconsejaba, “yo pase huyendo para salvar mi vida pero siempre iba sembrando la Palabra de Dios, hasta el día de hoy el Señor me ha cuidado, he sufrido humillaciones por el Evangelio”.
Desde ese entonces es delegado de la Palabra de Dios, “le doy gracias a Dios, porque me ha cubierto con su sangre, nunca me ha abandonado y así animo a mis hermanos delegados que el Señor sabe cómo es esta tarea, el mismo dijo, que por mi causa los van a matar pero dichoso el que pierda su vida por su causa. Esas palabras a mí me daban mucha fortaleza, sabía en ese momento que si derramaba la sangre, sería un mártir en mi pueblo, aunque fui mártir, como lo dijo el Papa en Japón, muchos sufren el martirio en vida, porque han pasado amenazas de muerte y han triunfado porque Dios no los ha abandonado”.