Cada año para el tiempo de Cuaresma, se lleva a cabo a nivel nacional la Campaña de Evangelización, y que en esta ocasión lleva por nombre “Dichosa tu que has Creído”. Fides reproduce de manera íntegra la primera parte de la Reflexión Teológica hecha por Monseñor Ángel Garachana, Obispo de la Diócesis de San Pedro Sula. Introducción
La V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, celebrada en Aparecida (Brasil), del 15 al 31 de mayo del 2007, ha tenido, y está teniendo, en nuestra Iglesia hondureña efectos muy positivos.El “Documento de Aparecida”, en su espíritu y en su texto, se ha convertido en motivación e inspiración de un proceso de renovación personal y pastoral, que hemos canalizado a través de la renovación parroquial, ya que en la parroquia repercuten todos los aspectos de la vida de los discípulos misioneros.
Este proceso de renovación parroquial es enfocado desde cuatro dimensiones, que hemos denominado “comunitaria, misionera, samaritana y pascual”. La Comisión Nacional de Pastoral, por medio de tres Asambleas Nacionales de Pastoral y con la aprobación de la Conferencia Episcopal de Honduras, está animando a escala nacional este proceso.
Para que estas orientaciones calaran en todo el pueblo de Dios que peregrina en las nueve diócesis de Honduras se han dedicado cuatro Campañas de Evangelización, una a cada dimensión, distribuidas del siguiente modo:
• 2010: Parroquia en estado permanente de conversión y de misión.
• 2011: Parroquia comunidad de comunidades.
• 2012: Iglesia samaritana para una sociedad justa y solidaria.
• 2013: Dimensión pascual que vive y celebra su fe.
Este año 2015 queremos contemplar cómo María, la Madre del Señor, vive estas dimensiones y cómo nos inspira, motiva y ayuda a vivirlas nosotros. De esta forma damos seguimiento y continuidad al proceso de renovación que estamos animando en nuestra Iglesia hondureña y profundizamos en él desde un nuevo enfoque, en este caso, desde el enfoque mariano.
1.María en la experiencia y en el documento de Aparecida
¿Y qué mejor manera de realizar esta contemplación creyente y amorosa de María de Nazaret que con la ayuda del mismo documento de Aparecida? En este Documento, aunque no sea un tratado demariología, encontramos una novedosa, rica y sugerente teología, espiritualidad y pastoral mariana. Además de los siete números (266-272) del apartado dedicado a “María, discípula y misionera”, encontramos otra veintena de textos que explícitamente se refieren a María.
En esta presentación recojo la enseñanza de Aparecida sobre María como discípula misionera, madre que reúne en comunión, servidora solicita y gozosa proclamadora de las maravillas de Dios. Es una ayuda para que ustedes, lectores, se animen a leer, estudiar y reflexionar directamente los textos y a orar con ellos y para que los responsables pastorales motiven y organicen algunas formas de realizar este acercamiento teológico, espiritual y pastoral a María.
La Diócesis de San Pedro Sula, por ejemplo, ha formulado esta propuesta en sus Constituciones Sinodales: “Ha de ser distintivo de nuestra espiritualidad católica este compromiso de ahondar en la fe, de modo que María aparezca ante todos como reflejo y presencia del Evangelio de Dios. La presentación que hace Aparecida como discípula y misionera en el apartado 6.1.4 es clave para orientar una espiritualidad auténtica por lo que vemos necesario que se edite y difunda ampliamente ese apartado” (n. 38) y, añado, se explique y estudie en las comunidades.
María estuvo muy presente en la Conferencia General de Aparecida. Su imagen presidió todas las sesiones, que se tuvieron en los bajos del Santuario; los miles de peregrinos con quienes nos mezclamos por las calles y con quienes rezábamos en el Santuario, eran un vivo testimonio de la presencia de María en la vida del pueblo de Dios. Por eso decimos en el primer número del Documento que “María, Madre de Jesucristo y de sus discípulos, ha estado muy cerca de nosotros, nos ha acogido, ha cuidado nuestras personas y trabajos, cobijándonos, como a Juan Diego y a nuestros pueblos, en el pliegue de su manto, bajo su maternal protección” (DA. 1).
“¡Qué hermoso es estar aquí, decía el Papa emérito Benedicto XVI en sus palabras al final del rezo del Rosario, reunidos en nombre de Cristo, en la fe, en la fraternidad, en la alegría, en la paz, “en la oración con María, la Madre de Jesús”! (Cfr, Hch. 1,14) ¡Qué hermoso es, queridos.., estar aquí en el Santuario Nacional de Nuestra Señora de la Concepción Aparecida, que es morada de Dios, casa de María y casa de los hermanos” (n.1párrafo 3).
Queremos que María esté muy presente este año por medio de la Campaña de Evangelización, muy presente en la pastoral juvenil y en el mes de la juventud, en la pastoral y en la semana vocacional, en la familia, siempre y especialmente en el “Mes del Matrimonio y la Familia”, muy presente en la pastoral y semana del migrante, ella migrante, en el “mes de la Biblia”, ella la “oyente y cumplidora de la Palabra”.
No tengamos miedo ni pongamos reparos. La cercanía de María, Madre y Formadora de discípulos misioneros, no va a estorbar nuestros planes pastorales, no nos va a distraer de nuestras prioridades, no nos va a separar del dolor de nuestro pueblo. Ella siempre sabe estar de una manera muy discreta y permanentemente nos dice: hagan lo que tienen que hacer, “lo que Jesús les diga” (Cfr. Jn 2,5).
2.“María, la más perfecta discípula
del Señor” (DA 266).
Recojo primero, como en una gavilla, las referencias del Documento de Aparecida a María discípula para que puedan leerlas, meditarlas y compartirlas más fácilmente.
• n. 1: “perfecta discípula”,
• n. 25: “primera discípula”,
• n. 266: “es la discípula más perfecta del Señor”,
• N. 364: “imagen perfecta de la discípula misionera”,
• N. 451: “discípula por excelencia”.
Nos preguntamos ahora en qué consiste esa condición discipular de María, pues hablar de María como de la perfecta disciplina de Jesús es un enfoque reciente de la mariología postconciliar y puede resultar algo extraño a quienes están habituados a comprender la relación entre María y Jesús en base a la clave de la maternidad. Siguiendo las pistas del documento de Aparecida, señalo algunas características del discipulado de María.
• La vocación divina que marca su vida y misión
Cuando Jesús inicia la vida pública, no consta que haya llamado a su madre a seguirlo físicamente, abandonando la vida ordinaria de Nazaret y el clan familiar. Pero toda la vida de María podemos contemplarla desde la clave de vocación. En la anunciación María es destinataria de una llamada divina que marcará el destino y misión de su persona y de su vida. María es “interlocutora del Padre en su proyecto de enviar su Verbo al mundo para la salvación humana” (DA 266) y en ese dialogo es llamada a tomar parte en el plan de salvación querido por Dios.
• Respuesta: la obediencia de la fe
Lo que caracteriza al discípulo es la adhesión de fe, pronta y dócil, al llamado de Jesucristo. Aparecida afirma: “María, con su fe, llega a ser el primer miembro de la comunidad de los creyentes en Cristo” (DA 266). A la voluntad del Padre, María responde con una fe que es a la vez confianza absoluta, entrega total y disponibilidad sin condiciones. María no responde “creo” sino “hágase” ya que la fe es ante todo acogida de Dios y de su plan, dejar hacer a Dios, creer que quiere y puede hacer lo que promete y por tanto consentir en que lo haga. Esta “fe ejemplar” es la que lleva a Isabel a exclamar: “dichosa tú que has creído” (Lc 1,45).
• Escucha y cumple la Palabra
Discípulo de Jesús es aquel que escucha su palabra y la pone en práctica. Aparecida nos presenta a María “como la máxima realización de la existencia cristiana… por su constante meditación de la Palabra y de las acciones de Jesús” (DA 266).
El Papa emérito Benedicto XVI escribió maravillosamente lo siguiente: “El Magnificat está enteramente tejido por los hilos de la Sagrada Escritura, los hilos tomados de la Palabra de Dios. Así, se revela que en Ella la Palabra de Dios se encuentra de veras en su casa, de donde sale y entra con naturalidad. Ella habla y piensa con la Palabra de Dios; la Palabra de Dios se le hace su palabra, y su palabra nace de la Palabra de Dios. Además así se revela que sus pensamientos están en sintonía con los pensamientos de Dios, que su querer es un querer junto con Dios. Estando íntimamente penetrada por la Palabra de Dios, Ella puede llegar a ser madre de la Palabra encarnada” (Dios es amor, 41).
Así es, María vive de la Palabra y en la Palabra de Dios. Por tanto, podemos decir que la Palabra vive en ella como en su casa. Por eso, añade Aparecida que María “nos enseña el primado de la escucha de la Palabra en la vida del discípulo misionero” (DA 271).
En cierta ocasión, una mujer, maravillada por las palabras y la obras de Jesús, exclamó: “Dichoso el seno que te llevó y los pechos que te amamantaron. Pero Jesús dijo: Más bien dichosos los que escuchan la Palabra de Dios y la ponen en práctica” (Lc 11,27-28). ¿No fue esto lo que hizo María?
• María avanzó en la “peregrinación de la fe”
Finalmente recojo una nueva característica del discipulado de María según Aparecida: “María ha vivido por entero la peregrinación de la fe como madre de Cristo y luego de los discípulos, sin que le fuera ahorrada la incomprensión y la búsqueda constante del proyecto del Padre. Alcanzó, así, a estar al pie da la cruz en una comunión profunda, para entrar plenamente en el misterio de la Alianza” (DA 266).
Esta reflexión arranca del Concilio Vaticano II que al exponer su doctrina sobre la relación de María con Cristo y con la Iglesia afirma: “Así también la Bienaventuranza Virgen avanzó en la peregrinación de la fe y mantuvo fielmente la unión con su Hijo hasta la cruz” (Constitución sobre la Iglesia, (L.G.), 58). El Papa San Juan Pablo II, la hizo objeto de su meditación y nos regaló una carta encíclica que tiene como columna vertebral este itinerario de la fe de María y por título “La Madre del Redentor”.
La excepcional peregrinación de la fe de María representa un punto de referencia para los discípulos de todos los tiempos. Ella nos “precede” en este camino y se convierte para nosotros en modelo y ejemplo “en el orden de la fe, de la caridad y de la perfecta unión con Cristo” (Constitución sobre la Iglesia, (LG), 63).
Más aún, puesto que la Virgen María ya terminó su peregrinación en esta tierra y vive glorificada en la Santa Trinidad, los que aún peregrinamos en este mundo y nos esforzamos por crecer en la fe, levantamos los ojos hacia ella para invocarla y experimentar su cuidado maternal (Cfr. Constitución sobre la Iglesia, (LG), 62 y 65).
3. “María es la gran misionera y formadora en misioneros” (DA 269)
Recojo los textos de Aparecida que califican a María como “misionera” o hacen referencia a esta dimensión:
• n. 1: “Pedagoga de la evangelización”.
• n. 4: Guadalupe, acontecimiento decisivo para la evangelización.
• n. 25: “Estrella de la evangelización renovada”.
• n. 25: “Gran misionera de nuestros pueblos”.
• n. 267: “En la espera del Espíritu, cooperó con el nacimiento de la Iglesia misionera”.
• n. 269: “María es la gran misionera… y formadora de misioneros”.
• n. 269: “Ella… trajo el Evangelio a nuestra América”.
El magisterio y la teología postconciliar han enriquecido, profundizado y ensanchado el concepto de evangelización y de misión. Y en este encuadre, la mariología posterior al Concilio Vaticano II se ha volcado en el estudio sobre María y la evangelización. He aquí algunos puntales de esta reflexión.
• Consagrada a la persona y misión de su Hijo
Ser misionero es “ser y vivir para” los otros, como Jesús “el-ser-para-los demás”. Quien “vive para” se ha liberado del egocentrismo y encaminado por la senda del amor entregado. Como nos dice Aparecida, “la vida se alcanza y madura a medida que se la entrega para dar vida a los otros. Eso es en definitiva la misión” (DA 36. Cfr “El gozo del Evangelio”, 10).
Pues bien, María es la mujer que alcanzó la plenitud de santidad y de misión “siendo y viviendo para su Hijo Jesucristo y para su obra”.
Destaco un texto conciliar: “Así María, hija de Adán, al aceptar el mensaje divino, se convirtió en Madre de Jesús, y al abrazar de todo corazón y sin entorpecimiento de pecado alguno la voluntad salvífica de Dios, se consagró totalmente como esclava del Señor a la persona y a la obra de su Hijo, sirviendo con diligencia al misterio de la redención con Él y bajo Él, con la gracia de Dios omnipotente. Con razón, pues, piensan los Santos Padres que María no fue un instrumento puramente pasivo en la manos de Dios, sino que cooperó a la salvación de los hombres con fe y obediencia libres” (Constitución sobre la Iglesia), 56).
• La portadora del “evangelio viviente”: visitación
Ser misionero es ser portador de Jesús, llevarlo a los demás, especialmente a los que no le conocen o no lo aceptan o no siguen su ejemplo. María, inmediatamente después del “sí” al plan de Dios, con la Palabra encarnada en su seno y acogida por la fe en su corazón, se pone en camino para visitar y “servir” a su pariente Isabel.
Como anota San Lucas, María “se puso en camino y se fue aprisa a la montaña, a una ciudad de Judá”. (Lc 1,30). ¿No nos viene a la memoria otras palabras de Jesús en el envío misionero de sus discípulos? “Pónganse en camino” (Mt 28,18), ¡en marcha!, y no se detengan por el camino (Cfr Lc 10,3-4).
Y María lleva consigo a Jesús, el evangelio vivo. No lleva “un libro”, lleva la Palabra de Vida, hecha carne y habitando en sus entrañas por el poder del Espíritu. Por eso, su presencia llena de alegría y de Espíritu a Isabel, la alegría y efusión del Espíritu de los tiempos mesiánicos, que se están cumpliendo.
•“En la espera del Espíritu cooperó al nacimiento de la Iglesia misionera” (DA 276).
Bien podemos afirmar que San Lucas, al comienzo del libro de “Los Hechos de los Apóstoles”, no sólo tienen interés en decirnos que él es el autor que los dos libros, Evangelio y Hechos, sino especialmente en presentarnos la historia y la vida de la Iglesia en continuidad lógica de la vida de Jesús y, en consecuencia, la presencia de María en el nacimiento de Jesús y en el nacimiento de la Iglesia.
Continuidad, pues, entre el misterio de Jesús y el misterio de la Iglesia: es el mismo poder del Espíritu el que anima a Jesús y a la Iglesia. Nacimiento de Jesús, nacimiento de la Iglesia. Y así como María acogió la acción del Espíritu y salió con prontitud a anunciar la Buena Nueva (Lc 1,39-45), así también la comunidad cristiana va a llenarse del Espíritu para proclamar con valentía el cumplimiento de las promesas en Jesucristo, el Señor (Hch 2, 1-36).
Pasada la ascensión del Señor, los Apóstoles vuelven a Jerusalén y subieron a la estancia superior, donde moraban (1,13). Lucas los enumera uno a uno y termina diciendo: “Todos ellos perseveraban en la oración, con un mismo espíritu, en compañía de algunas mujeres y de María, la Madre de Jesús, y de sus hermanos” (Hch 1,14). Pensamos que en la intención de Lucas hay una insistencia en la presencia activa de María, tanto en el nacimiento de Jesús como en el nacimiento de la Iglesia; en ambos se subraya su papel de Madre (cf. Lc 1, 43; Hch 1,14). Los discípulos de Cristo se habían dispersado, pero han vuelto a la casa donde están María, las mujeres y parientes, al lugar del llanto convertido en lugar donde se vive la experiencia orante de la Pascua. Y aquí la Madre de Jesús hace posible el nacimiento de la comunidad de Jesús.
Todos están unidos, los vincula la presencia maravillosa e invisible de Jesús Resucitado, la mano y el cariño silencioso de la Madre. Y todos viven la unidad en forma de plegaria: ahora comprenden el pasado de Jesús, su palabra, su acción; pero descubren también su propio futuro como familia de Jesús y oran, vinculados con María. Viene luego Pentecostés y con él la Fuerza del Espíritu. Culmina, entonces, el tiempo de la Ley y llega el tiempo de la Alianza y de la gracia. Allí está María unida a los apóstoles y amigos de Jesús.
María es aquí la Madre de Jesús, reunida con la comunidad naciente para recibir en oración la Promesa del Espíritu; es también la Madre de la comunidad reunida con los suyos para orar y esperar de su Hijo el regalo de los tiempos nuevos. Es, por último, hermana en la comunidad y discípula del Señor ensalzado, que permanece en Jerusalén en cumplimiento de la Palabra del Maestro (Hch 1,5-8) (Cfr. Carlos G. Álvarez, “María discípula de Jesús y mensajera del Evangelio”, CELAM, 2005).
Espere la segunda parte en próxima edición.