Con el Padre Magella, Párroco de Namanga, Kenia, el cual estuvo como misionero en Honduras en los años 60 y 70.
“Cuando menos lo esperamos, la vida nos coloca delante un desafío que pone a prueba nuestro coraje y nuestra voluntad de cambio”.Nairobi, Kenia. Mi nombre es Juan Ramón Moncada, originario de Tegucigalpa. Desde mi niñez fui parte de los movimientos apostólicos de mi parroquia; acólito, catequista, coros, ministerio de música, pero la mayor parte de mi vida pastoral fue en la Pastoral Juvenil. Desde niño soñé con ser sacerdote pero al ir creciendo otras cosas fueron ocupando mi mente.
Mi primer encuentro a nivel vocacional fue por el año 1998 con el Padre Tony Salinas, que trabajaba con la Pastoral Vocacional y era el asesor de la Pastoral Juvenil de Tegucigalpa. Al final no concreté nada y seguí mi vida como cualquier otro joven de mi edad, trabajando y como estudiante de Ingeniería Civil. Me gradué y por un momento pensé que debía trabajar mi vida en esa dirección.
No fue sino en el año 2008 que en una conversación con el Padre Ricardo Sevilla, nuevo asesor de la PJ, durante los preparativos de la JMJ y el primer “Jóvenes 24/7” conversábamos sobre las vocaciones tardías y allí sentí ese fuego de nuevo en mi corazón. En esa búsqueda de cómo vivir mi vocación fue que encontré a la Sociedad de Misiones Extranjeras SME (Conocidos como Padres Javerianos) donde pasé 3 años de formación misionera Ad Gentes.
Luego de eso vino para mí una gran decisión y era un año más de formación. Eso implicaba dejar la vida que hasta ahora llevaba, mi trabajo, mi casa para vivir en el centro de formación y animación misionera CFAM. Aparecieron muchas tentaciones en el camino sin embargo el deseo después de tres años seguía creciendo. Asumí el reto y en el año 2013 pasé 9 meses de mi vida al lado de mis formadores y 7 compañeros más de diversas partes de América.
Durante esta etapa envié mi solicitud a la SME para ser aceptado como candidato al sacerdocio y así fue que en diciembre de ese año la respuesta estaba en mis manos. Era de bien saber para mí que nuestra formación como seminaristas es en Kenia, África. Así que empecé a preparar mi viaje.
Una prueba muy grande apareció en mi camino y que me movió hasta desestabilizarme por completo y fue la muerte de mi padre, en febrero de este año. Las voces a mí alrededor me decían “No te vayas todavía, piensa en tu mamá”, otras por el contrario me impulsaban a no desistir. Como popularmente se dice y se canta “Caminante no hay camino, se hace camino al andar” el camino que yo pensaba seguir a mis 18 años o el que pensaba a finales del año pasado es totalmente diferente al que me encuentro ahora.
Estoy en África, actualmente mejorando mi Inglés, conociendo la cultura, haciéndome uno más con ellos y entre ellos. Pronto empezaré el resto de mi formación académica. Es un desafío constante porque es un mundo totalmente diferente. Dejar lo conocido para entrar a lo desconocido no es fácil, sin embargo estoy muy feliz de que Dios pusiera su mirada en mi sin yo merecerlo.
Como dice el Papa Francisco “Oren por mi” pero no solo por mí, sino por todas las vocaciones alrededor del mundo. Por Cristo siempre más, más y más.